Introducción
Desde niños preguntamos: ¿dónde queda el infierno? Hoy sabemos que el infierno es dejar de amar, como decían los antiguos. Estamos hablando del corazón que se cierra al amor, que rechaza la bondad y el perdón y se mantiene en la amargura. El infierno es no amar. Muchos niños crecen armados, pero no amados. Hay una fascinación por las armas y descuido por las almas. Muchas personas están saciadas de pan, pero hambrientas de abrazos. El infierno es no amar. Así entonces el infierno no está lejos de nuestro interior. De hecho, conocemos personas y familias que viven en un continuo estado infernal, porque no aman.
Por eso, le propongo reflexionar sobre el principio ético-amoroso del desarme. Este será el primer asunto.
Ya siendo adultos, nos preguntamos por el sentido de la vida. Hoy sabemos que el sentido es amar. Estamos hablando de la única cosa que se puede decir de Dios: “Dios es amor” (I Jn 4,8). Sin embargo, el “sin sentido” se apodera de los relacionamientos humanos creando relaciones plásticas, familias plásticas, iglesias plásticas, sonrisas plásticas, conversaciones plásticas. O sea, verdaderos enclaves de analfabetismo afectivo.
Por eso, le propongo reflexionar sobre una reeducación ético-amorosa de los sentidos. Este será el segundo asunto.
En una palabra: la re-educación ético-amorosa de los sentidos, es un camino para el desarme.
Esto se relaciona con la iglesia como espacio para la vivencia del amor. La comunidad de la iglesia ha de ser – es bueno recordarlo – una “red de corazones”.
I. El PRINCIPIO ETICO-AMOROSO DEL “DESARME”
El ser humano está amenazado externamente. Esto no es novedad. Por eso, el principio del desarme siempre es aplicado y pensado solamente desde el punto de vista social, político o militar.
Sin embargo, la “armadura” que hoy nos amenaza no está solamente en el exterior. La posibilidad del infierno no está lejos de su interior. Los rincones afectivos de los relacionamientos mas íntimos están igualmente amenazados por las razones “armadas” (mi razón!), por el chantaje emocional y por la lógica de la conquista y la derrota, de vencer y convencer. En este sentido el principio del desarme es también un camino ético-amoroso importante en las relaciones personales.
La exhortación del apóstol Pablo dice: “Haya en vosotros, el mismo sentir que habitaba en Cristo” (Fil 2:5)
Entonces, usamos la palabra “desarme” como un camino ético y amoroso para la paz, personal, social, ambiental.
Las violencias personales y aun internacionales están relacionadas al egoísmo por el tener, al afán por el poder y a la preocupación por el subir.
- Ante la lógica materialista del tener, el DESARME MATERIAL como un camino ético, radica en la búsqueda y actualización de un estilo de vida más simple y solidario con los humildes. En una auténtica comunidad cristiana – decía Pablo – “ya no hay necesidad de acumular, pues a nadie le faltará y a nadie le sobrará”. Por eso, una iglesia llamada “cristiana” donde haya a quien le falta y haya a quien le sobra. Pero sobretodo, faltándole la solidaridad mutua, podrá ser cualquier cosa pero no iglesia “cristiana”.
- Ante la lógica guerrera del poder, el DESARME ESPIRITUAL radica en la búsqueda de un estilo de vida más igualitario, pacífico e fraternal. En una auténtica comunidad cristiana – dice el evangelio – ya no hay necesidad de dominar, pues reina la alegría del servicio mutuo. Por eso, una iglesia llamada “cristiana” donde impera el afán por el poder y el apoyo a quienes dominan o quieren dominar, podrá ser cualquier cosa pero no iglesia “cristiana”.
- Ante la lógica del subir, el DESARME CULTURAL significa seguir una forma de ser ecuánime y humilde, es decir, liberada de la arrogancia por el prestigio o la fama. En una auténtica comunidad cristiana – dice el evangelio – ya no hay necesidad de honores ni insignificantes orgullos, pues todos son hermanos y hermanas. Por eso, una iglesia llamada “cristiana” donde se persigue obsesivamente el éxito, la fama, la celebridad, el brillo, podrá ser cualquier cosa pero no iglesia “cristiana”.
Pero el ser humano está amenazado también interiormente. El infierno no está afuera ni en el más allá. La violencia y la falta de amor no está solamente fuera de nosotros. El preámbulo de la UNESCO: “Las guerras nacen en el espíritu de los hombres. Entonces es en el espíritu de los hombres donde necesitamos levantar baluartes de paz”.
Entonces, el desarme nos lleva a la educación ética-amorosa de los “sentidos”.
II. LA EDUCACIÓN ÉTICA / AMOROSA DE LOS “SENTIDOS”
El sentido es amar, habíamos dicho. Si buscamos las raíces de la ética, llegaremos al territorio de los afectos, al territorio de los sentidos. También allí la vida humana está amenazada. Hoy triunfamos en el mundo de la tecnología, pero seguimos siendo aprendices y analfabetos en el mundo de los sentidos y de los afectos.
Cuando el contacto con la diversidad, se vive como problema; cuando la intolerancia y la violencia interpersonal reflejan el analfabetismo sensorial, se hace necesaria la re-educación ética-amorosa de los sentidos. Se ha observado en experiencias interculturales y programas de paz en escuelas del Brasil y en otros países multiculturales, que muchos conflictos personales o interpersonales, pueden ser disminuidos re-educando los sentidos.
El libro bíblico El Cántico de los cánticos nos provee una buena lectura ética y estética del cuerpo y de los sentidos. Este libro es un largo poema amoroso. Este libro nunca menciona la palabra “Dios”, pero está en el corazón de la Biblia.
Una antigua tradición espiritual menciona este libro como “el más Santo de los santos”. Entonces, estamos en terreno sagrado. Tenemos que “descalzar los pies” y “abrir el corazón”. Es decir, tener nuevo fundamento. Esta sabiduría antigua despierta nuestra atención sobre el Amor y la Paz que pueden brotar de la sensualidad reeducada. Y esto ha de comenzar en nosotros, entre nosotros, pues cuando estamos en Amor y Paz, un poco más de Amor y Paz hay en el mundo, dice la sabiduría budista. Seguiré algunos versículos de Cantar de los cantares.
La visión, los ojos
El mirar debe ser educado, no apenas para ver, sino para mirar. Mirar es antes que nada aprender a ver con claridad. Mirar lo que es, sin pre-conceptos, sin pre-determinaciones, sin pre-juicios, sin pro-yecciones. Nuestro modo de mirar puede hacer del otro un prójimo o un enemigo, un paraíso o un infierno. Dice el Cantar de los cantares:
“Me arrebataste el corazón con una sola de tus miradas” (4:9).
Para mirar bien es necesario disminuir la distancia, por lo tanto, tornarse próximo (= prójimo).
La audición, los oídos
También la audición, el escuchar debe ser educado. No solamente oír, sino escuchar. Antes de ser transformadas, las personas necesitan ser escuchadas. La necesidad insatisfecha de ser escuchados está en la raíz de muchas de las psicopatologías y violencias modernas.
Aprender a escuchar es “dar atención a aquello que es, estar atentos al espíritu en la palabra. Los ojos y los oídos están íntimamente relacionados. Dice el Cantar de los cantares:
“…muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz”. (2:14)
Para escuchar bien, es necesario aproximarse más, pero en silencio.
El olfato, la nariz
La palabra hebrea para espíritu es Ruah y está relacionada al verbo reah que significa “oler”. El olfato tal vez sea uno de los sentidos más atrofiados en la actualidad. Estamos perdiendo aquella natural capacidad de relacionar olores y acontecimientos, aroma y persona. En la lengua hebrea la palabra “perfume” y “nombre” son sinónimos. El perfume evoca una Presencia. Dice el Cantar de los cantares:
“Suave es el aroma de tus perfumes, como ungüento derramado es tu nombre…”(1:3)
Para oler bien, es necesario estar cerca, pero receptivos.
El sabor, el paladar, la boca
Cuando una madre con su hijito o cuando los amantes se abandonan en efusiones afectivas, acostumbran decir: “Te voy a comer” y así se cubren de besos. Algunos antropólogos creen que el beso es un recuerdo de costumbres caníbales de los antepasados. Sea como sea. Llama la atención que en la última cena, el beso de la comunión y la comida aparecen juntos.
Dice el Cantar de los cantares:
“Tus besos son como el buen vino…” (7:9)
Para saborear bien, es preciso la mesa, pero la mesa de la comunión.
El tacto, las manos, la piel
El tacto es el más emocional y extendido de los sentidos, no está localizado en un lugar único. La piel es finita dicen los dermatólogos; pero “ella es profunda” dicen los poetas.
Nuestro mundo contemporáneo no solo sufre hambre de pan, sino también hambre de abrazo. El hambre de abrazo es tan grave como el hambre de pan. Podemos constatar que en la raíz de la intolerancia se esconde también una falta de abrazo o el haber sido tocado solamente como un pedazo de carne.
Hoy sabemos que sin caricias y sin abrazos, el sistema inmunológico y sensitivo de un niño es debilitado seriamente. En el futuro la insensibilidad se instala y siendo adulto quizás agarra pero no abraza, golpea pero no acaricia. El tacto necesita ser educado. Dice el Cantar de los cantares:
“Tu mano izquierda este debajo de mi cabeza…” (2:6)
Para tocar bien, es necesario el tacto, pero sobretodo el contacto.
Conclusión
“El infierno es no amar”, la experiencia de la intolerancia, el odio y la guerra en todas las dimensiones de la vida, nos demuestran eso.
“El sentido de la vida es amar”, la experiencia del reencantamiento, del amor y la felicidad en todas sus dimensiones, nos demuestran eso.
Puede ser posible vivir sin “un por que” pero es imposible vivir sin “un para quien”. Por eso la necesidad de un espacio donde el amor, la fraternidad y la bondad florezcan. Si la iglesia llamada “cristiana” no se esfuerza por ser este espacio, podrá ser cualquier cosa pero no ser iglesia “cristiana”, porque “Dios es el Amor” (I Jn 4:8).
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