This article was originally published by The Mennonite

Reflexionemos … Dejándolo todo por Amor

Byron Pellecer photo Byron Pellecer

Juan 13:31-38

¡Las despedidas siempre son difíciles y duras!

No importa cuán bien planificadas estén o no, siempre causan un sentido de vacío. Este vacío se hace más latente al acercarse la fecha de partida, eso es si se tiene una fecha del todo.

El apóstol Juan empieza su Evangelio diciendo que “en el principio era el verbo y verbo era con Dios y el verbo era Dios” (Juan 1:1). Por amor a la humanidad, Jesús acepta dejar el trono celestial para venir a la tierra y salvarla; dejándolo todo por amor.

La pérdida de una relación especial siempre conlleva dolor y un sentido de vacío que a veces se manifiesta como un sentimiento de abandono. Es como una sombra tenebrosa que acecha en plena luz del día. Se puede ver, y a la vez es bien difícil ignorarla.

En el contexto de Juan 13 éste es el caso; aquí Jesús empieza lo que se conoce cómo el discurso de despedida. Este discurso o sermón, va dirigido a sus discípulos quienes hasta ahora han andado por el camino de la fe por tres años aprendiendo de Jesús. Este andar en la fe también se le conoce cómo el camino del discipulado.

¡Las despedidas siempre son difíciles y duras! Aquí vemos a Jesús despidiéndose de: Sus discípulos, Su familia (especialmente su mamá, hermanos y hermanas), Sus amigos en Betania tales cómo Lázaro, Marta y María entre muchos.

Jesús va de camino a Jerusalén dónde será entregado, enjuiciado, encarcelado y sentenciado a muerte. Es aquí en Jerusalén dónde pasa la última semana en la tierra, es aquí donde se cumplirán Sus palabras: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, nadie viene al Padre sino por mi” (Jn 14:6) y dónde anteriormente también dijo: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn 11:25).

Así que Juan nos está recordando que Dios ama a la humanidad de una manera especial. Aquí está a punto de dar la prueba más grande de su amor; Jesús será crucificado en la cruz del calvario por amor a nosotros los mortales para enseñarnos el camino de la vida abundante y de la vida eterna. ¡Dios no solo promete, también cumple lo que promete!

Juan también muestra en este texto bíblico: Cómo el Maestro ahora se está dirigiendo a sus discípulos y no a los líderes religiosos y también muestra que seguir a Jesús puede llegar hasta costar la vida.

El discipulado tiene un precio. Con mucha precisión Dietrich Bonhoeffer dice: “Cristianismo sin discipulado es cristianismo sin Cristo”.

Es tarea de la iglesia el provocar a la gente a que tengan un encuentro y un cambio en Jesús. La tarea misional es ¡contar la narrativa salvífica y transformativa de Jesús!

Es así como Jesús antes de ir a la cruz le dice a sus discípulos que les va a dar un nuevo mandamiento: “ámense los unos a los otros cómo Yo les he amado”, ¿y cómo ama Jesús? Hasta el punto de dar la vida por nosotros los mortales para que así podamos encontrar la vida verdadera, el camino de la inmortalidad y senda de la transformación de vida.

Lo crucial de este texto radica en el hecho de que la Ley enseña que “se debe amar al prójimo” pero aquí Jesús es claro al decir que se debe amar no cómo los humanos amamos; se debe amar al prójimo ¡cómo Dios le ama!

Consideremos el siguiente comentario cómo punto de partida para la reflexión. Jesús es la máxima revelación del Padre, en Jesús la gente encuentra y escucha a Dios.

Si nos vamos a llevar una lección, que sea esta: toda ortodoxia requiere y demanda una orto praxis. Necesitamos aprender a amarnos cómo Dios nos ama, incondicional y sacrificialmente y además, en todo tiempo.

Pero eso también significa que el amor nos hace que nos llamemos a cuentas los unos a los otros, y esa es otra forma de amar, se llama cuidar el alma, el corazón y el velar por el bienestar integral de la persona.

Sin duda alguna, las despedidas son difíciles y dolorosas. Esto fue probablemente lo que los discípulos de Jesús sintieron al escuchar el discurso de despedida camino a Jerusalén. Pero también es cierto que Jesús les afirmó que el reencuentro sería mucho más glorioso que el dolor y el vacío que causa la ausencia. Todo fue motivado porque Dios ama.

Es así como este mensaje de amor, redención y transformación se convierte en un mensaje universal, para todos. Es una invitación a entrar y a vivir en el reino de Dios, pero también contiene la invitación a la misión de Dios expresadas a través del servicio y el evangelismo en medio de una vida de discipulado. Pues solo se es pueblo de Dios, en la medida que se va en pos de Dios.

El posible dolor y confusión que produce el anuncio despedida de Jesús, se convierte en aliento, esperanza y gozo el Domingo de Gloria cuándo se escuchan las voces de la creación y la humanidad “El Señor Vive” ¡ya no estamos solos!

Byron Pellecer es pastor, maestro y plantador de iglesias, reside ahora en la ciudad de Wichita, KS pastoreando la nueva Iglesia Menonita Aposento Alto.

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