This article was originally published by The Mennonite

El Arte del Consejo Pastoral: Parte 1

…la lengua de los sabios es medicina.

(Proverbios 12:18b)

…¡y qué buena es la palabra oportuna!

(Proverbios 15:23b)

 En la Biblia la sabiduría se registra en forma especial, aunque no exclusiva, en la literatura de sabiduría; la cual a su vez es testimonio de la práctica de los sabios y las sabias en Israel. Observemos, por ejemplo, que los dos versos breves escogidos sugieren principios importantes para la práctica del consejo[1] pastoral: el tipo de comunicación que define al aconsejamiento puede ser de veras sanadora o terapéutica (como “medicina”);  y el arte de aconsejar consiste en el uso apropiado de la palabra (¡y por lo tanto, también del silencio!).

Por una parte, debemos reconocer que la búsqueda de sabiduría es un fenómeno humano universal y fácilmente documentable. Por otra parte, en la tradición judeocristiana encontramos ciertas características únicas: 1) “el temor del Señor es el principio de la sabiduría” (Pr. 1:7a); 2); la sabiduría se conecta con la santidad y la justicia en el marco del Pacto (Pr. 10:1-15:33); y 3) la sabiduría es también una forma especial de hacer teología, centrada en la experiencia humana concreta, sus desafíos y sus luchas, vista a la luz de la voluntad e instrucción divina.  Especialmente a partir del período post-exílico de Israel, la sabiduría se conecta con la plenitud y la salud humana, el buen camino a seguir y la integridad moral y espiritual de las personas, las familias y la comunidad toda. Más tarde resulta asociada con la revelación divina, y la meta de vivir sabiamente queda sujeta a un cuidadoso proceso de discernimiento.  Esta es la comprensión de sabiduría como proceso que comparten el judaísmo rabínico y el cristianismo.  En fin, se trata de orientación para la vida buena –“pedagogía” y “consejería”– fundamentada en la comprensión de lo que Dios quiere y ofrece a la humanidad y al mundo.

En mi trabajo práctico y teórico sobre consejo pastoral he demostrado que, bien entendido, este ministerio es una forma especial de búsqueda de sabiduría, es decir comprender adecuadamente la situación presente, reconocer el camino hacia una vida mejor, tomar las decisiones más saludables, y vivir bien en comunidad.[2]   Las implicaciones de tal demostración son importantes, como notamos a continuación.  Primero, la práctica de la consejería es mucho más antigua que la de la psicoterapia (los sabios consejeros en Israel y, antes que ellos, en Egipto, Babilonia, China, India, etc. ejercieron su labor hace miles de años); por lo tanto, el consejo pastoral no es una mera rama de la psicoterapia contemporánea sino un ministerio especial de cuidado pastoral. Segundo, el foco principal de atención del consejo pastoral es la sabiduría entendida como  inteligencia espiritual y moral (saber cómo vivir a la luz de la voluntad de Dios); o sea que no se ocupa solamente de la salud mental/emocional como tal. Tercero, el consejo pastoral puede definirse como  un ministerio psico-espiritual porque enfoca la relación entre  la “psique” (la experiencia y la conducta mental y emocional) y el espíritu como dimensiones inseparables del ser humano en su búsqueda de sabiduría; es la búsqueda necesaria frente a situaciones de  desorientación, conflicto, crisis, trauma y pérdida.

Propongo una manera sencilla de definir al consejo pastoral: es una manera especial de acompañar (o caminar junto) a otras personas—individuos, parejas, familias, grupos—quienes enfrentan ciertos desafíos y luchas en sus vidas, con el fin de que disciernan el camino más sabio a la luz de Jesucristo y el reino de Dios.  Analicemos la definición parte por parte.

  1. “Una manera especial de acompañar…”  No cualquier acompañamiento o conversación, aunque sea efectiva, puede llamarse propiamente “consejería”.  Lo que la caracteriza es la combinación de las condiciones siguientes:  (a) es una relación asimétrica porque una de las partes actúa como consejera/o frente a la necesidad de asesoramiento o consejo de la otra, y ambas están de acuerdo sobre la naturaleza de su relación;  (b) el proceso de aconsejamiento tiene un tiempo limitado y ocurre en un espacio seguro que garantiza privacidad;  (c) los objetivos específicos de la consejería dependen directamente de la situación de quienes reciben asesoramiento, y se articulan de común acuerdo entre tales personas y quienes les brindan consejería; el tipo de relación es dialógico, o sea que la palabra es el medio principal de la comunicación terapéutica[3] aunque no exclusivamente (según los casos, también puede incluirse ciertos símbolos, ritos, etc.).
  2. “… (o caminar junto) a otras personas…”  La consejería pastoral puede ser el tipo de ministerio privado requerido o recomendado, por ejemplo, para personas que necesitan orientación vocacional, parejas que reciben orientación prematrimonial, grupo familiar que enfrenta situaciones conflictivas o de pérdida, etc.  Se trata por lo tanto de un ministerio que puede alcanzar a una amplia variedad y cantidad de personas.  En todos los casos, sin embargo, la consejería supone que quienes reciben ayuda tienen la capacidad de comunicarse como para mantener una relación terapéutica.  Esta condición excluye por lo tanto a los niños pequeños y a otras personas con seria limitación o discapacitación de lenguaje y pensamiento.
  3. “…quienes enfrentan ciertos desafíos y luchas en sus vidas…”  Siendo que el consejo pastoral no es una rama de la medicina o de la psicología clínica, sino una forma especial de cuidado pastoral como ministerio de la iglesia, optamos por usar dos términos sencillos —desafíos y luchas.  No se trata de problemas psiquiátricos, sino de situaciones que reflejan nuestra vulnerabilidad y limitación como seres humanos. La diferencia entre ambas categorías de situaciones que pueden requerir consejería tiene que ver con su relativa complejidad, riesgo psicológico y espiritual, y grado de ansiedad y sufrimiento.  Entre los “desafíos” existenciales encontramos aquellos que requieren guía u orientación (por ejemplo en relación con la sexualidad, el casamiento, crianza de los hijos, la jubilación, etc.).  En buena medida, esta consejería tiende a ser preventiva y orientada al crecimiento emocional-espiritual.  Las “luchas” existenciales se refieren a situaciones de crisis (por ejemplo, serio conflicto matrimonial, diagnóstico de una enfermedad incurable y terminal, etc.) y pérdida (por ejemplo, desastre natural, muerte trágica de un ser querido, desempleo, etc.).  Por lo tanto, la consejería correspondiente tiende a ser de apoyo y sostén, y de sanidad psico-espiritual.
  4. “…con el fin de que disciernan el camino más sabio…”  La meta principal de la consejería es que las personas que reciben ayuda puedan vivir más sabiamente, es decir, practicando a diario con mayor consistencia su inteligencia moral y espiritual.  En gran medida, la sabiduría entendida como inteligencia moral y espiritual consiste no sólo en poder distinguir entre lo bueno (saludable) y lo malo (tóxico), sino también entre lo bueno y lo mejor; y, además de reconocer tal diferencia, obrar sabiamente es tener la disposición y capacidad para escoger lo mejor (o sea, lo que trae o promueve amor, paz con justicia, libertad para servir, alegría, etc.) en relaciones comunitarias de interdependencia y solidaridad.  Tal como hemos estudiando en el capítulo sobre psicología pastoral, las ciencias humanas y del comportamiento nos ofrecen criterios y normas indispensables para discernir el camino de sabiduría.  No obstante, debemos subordinar tales recursos a los que nos ofrece la teología cristiana, como lo reiteramos en el párrafo siguiente.
  5. “…a la luz de Jesucristo y el reino de Dios”.  Independientemente de las convicciones religiosas, fe o espiritualidad de quienes reciben consejería pastoral, las y los consejeros pastorales debemos practicar y reflexionar sobre este ministerio a partir de tal declaración y compromiso.  De hecho, un objetivo no negociable aplicado a nuestra labor que siempre debemos tener presente, es el de representar a Jesucristo con fidelidad y ministrar en su nombre con el poder y la gracia del Espíritu en toda circunstancia, sin excepciones.  Esto se aplica primero que nada a nuestra propia persona, como competencia personal (dimensión del ser en consejería); pero también se aplica a nuestra visión de la vida buena, de la sabiduría (dimensión del saber), y del discernimiento como forma clave para descubrir el camino mejor, toda vez que acompañamos a otras personas en medio de sus desafíos y luchas existenciales (dimensión del hacer). [4]  Como ya hemos afirmado, el reino de Dios es la ética y política de la cultura normativa que tenemos en cuenta como contexto social del ministerio; es el tipo de comunidad y sociedad que existe en la medida que Dios reina es decir que su voluntad se realice en las relaciones humanas.

Siete tipos de intervenciones en consejería. El arte y ministerio del consejo pastoral requiere de quien aconseja “la palabra (y el silencio) a su tiempo”, como declara Proverbios 15:23b. Específicamente, se necesita saber cuándo, qué y cómo preguntar, reflejar lo que se escucha, apoyar, evaluar, interpretar, asignar tareas, y realizar ciertas acciones, como parte de la comunicación y relación terapéutica.  De modo que hay siete formas “puras” de intervención las que, en la práctica, tienden a combinarse entre sí de diversas maneras según cual sea la situación que haya requerido asesoramiento pastoral. A continuación incluimos una breve descripción de cada una de ellas.

  • Indagatorias: son las preguntas en busca de información sobre datos (“¿qué pasó el día del aniversario…?) y/o  emociones o sentimientos (¿cómo te sentiste al escuchar esa noticia tan inesperada…?”).  Son las intervenciones más comunes y más necesarias en todos los casos, porque las personas que necesitan ayuda deben tener libertad para expresarse, contar su historia y decir su verdad, aunque estén equivocadas.  Además, las preguntas correctas y oportunas invitan la “catarsis” emocional, es decir la libre expresión de emociones y sentimientos de las personas aconsejadas.
  • Reflectivas: son las respuestas que proveen retroalimentación en la forma de lenguaje paralelo que “refleja” lo expresado por la persona aconsejada (“te oigo decir que no te importan las consecuencias de esa decisión que has tomado… ¿correcto?”).  Se procura comprender lo mejor posible, al tiempo que se asegura a la persona aconsejada que la estamos comprendiendo en sus términos, es decir, desde su situación particular y su punto de vista.
  • De apoyo: son aquellas intervenciones orientadas a calmar, consolar, y estabilizar emocionalmente; tienden a centrarse en el presente para movilizar eventualmente confianza y esperanza (“lo siento… estoy acá para acompañarle”;  “es normal sentirse desorientado o confundido cuando ocurre algo así…”; “buscaremos los recursos para superar este trance”).  Son palabras que refuerzan lo más importante que es nuestro estar presente, simplemente, junto a quien está en crisis o sufre una pérdida muy dolorosa.
  • Evaluativas: son los juicios de valor que emitimos de vez en cuando en la comunicación de consejo pastoral.  Los juicios positivos (“hiciste bien en llamar a la policía en ese momento…”;  “es bueno que te hayas mantenido firme en tu decisión de…”) tienden a ser también respuestas de apoyo.   Los juicios negativos (“tu comportamiento parece contradecir lo que promueve tu fe cristiana”;  “¿cómo crees que tu respuesta violenta ayudará a resolver el conflicto con tu…?”) son intervenciones de confrontación como llamado a la responsabilidad.  Las intervenciones evaluativas son potencialmente muy efectivas, especialmente en casos de abusos de todo tipo, faltas de ética profesional, inmoralidad sexual, adulterio, etc., pero no debemos utilizarlas demasiado y caer en moralismo y legalismo.
  • Interpretativas: son las intervenciones orientadas a que las personas tomen conciencia de algún contenido, motivación o significado de lo que no son conscientes porque, si lo fueran, les provocaría un afecto negativo (ansiedad, culpa, vergüenza).  Por lo tanto, este tipo de intervención puede causar mucha resistencia en la persona aconsejada quien se “defiende” de la verdad oculta mediante los llamados “mecanismos defensivos del yo” tales como proyección, racionalización, idealización, negación, etc.  Conviene entonces tener un cuidado especial, incluyendo un poco de humor amable, cuando sospechamos que hay algo inconscientemente oculto que debería revelarse (“me pregunto si una parte de ti está saboteando tu búsqueda de felicidad conyugal”;  “¿será que detrás del odio hacia tu mamá hay también algo de amor que por ahora no te atreves a aceptar…?”).
  • De acción: como parte de la sesión de consejo pastoral puede ofrecerse todo lo que se ofrece en el ministerio de dirección espiritual, sin excepciones.[5]  Es decir que el repertorio de respuestas o intervenciones posibles en nuestro caso es, por definición, mucho más rico que en el de la consejería “secular”. Tal repertorio puede incluir la oración en muy diversas formas, lectura bíblica también en maneras diversas, meditación, bendición, unción con aceite, rituales (de confesión, perdón, absolución, compromiso de fidelidad, sanidad etc.), y varias formas de discernimiento espiritual (por ejemplo, guiando a la imaginación en un proceso de diálogo con el Espíritu de Jesucristo).

De asignación:  éstas son palabras de recomendación práctica, cuando la situación de quien recibe ayuda, requiere el complemento de alguna tarea a realizar fuera de la sesión de consejería, tales como hacer ciertas lecturas, orar de determinada manera, escribir un mensaje, registrar el contenido de los sueños, practicar nuevas maneras de comunicarse en la familia, etc.  Dar asignaciones como parte del proceso de consejería puede tener un doble efecto positivo: tiende a dar mayor continuidad al proceso de consejería, y refuerza los logros que se vayan dando al vincular la sesión de aconsejamiento con la práctica en la vida cotidiana.

[1] El consejo pastoral también se llama aconsejamiento, consejería, o asesoramiento pastoral en diversas regiones de América Latina y el Caribe, por el pueblo hispanohablante en Estados Unidos y Canadá, y España. Utilizaremos por lo tanto aquí esos diferentes nombres.

[2] Daniel S. Schipani. The Way of Wisdom in Pastoral Counseling (Elkhart: IMS, 2003). Versión portuguesa, O caminho de sabedoria no aconselhamento pastoral (S. Leopoldo: Sinodal, 2004).

[3] Aquí usamos el adjetivo “terapéutica” en el sentido amplio de servicio o ministerio de ayuda; sin embargo, la connotación de terapéutico también puede evocar sanidad, como en los casos de conflicto interpersonal serio, situaciones traumáticas de pérdida, muerte, y otros.

[4] Esta referencia a competencias de “ser”, “conocer”, y “hacer” se refiere al modelo de sabiduría pastoral en tres dimensiones, al que volveremos más tarde con un ejercicio de auto-reflexión.

[5] La diferencia principal entre la dirección espiritual y el consejo pastoral como ministerios específicos consiste en el carácter de la relación: la dirección espiritual es una práctica estructurada que se ofrece por lo general mensualmente y se desarrolla a largo plazo;  el consejo pastoral es una práctica estructurada que se ofrece en general con mayor frecuencia pero es a corto plazo (no debe incluir más de unas pocas sesiones). El foco de atención principal de la dirección espiritual es la relación con Dios, su naturaleza y desarrollo, sus vicisitudes y el cultivo de dicha relación; lo que hemos llamado desafíos y luchas existenciales no son en sí mismos el contenido de la dirección espiritual, excepto como medios de enfocar la relación con Dios.  El consejo pastoral, en tanto ministerio psico-espiritual no puede sino incluir también la atención a la espiritualidad y a la relación con Dios en particular. Por eso es que el consejo pastoral puede incluir todas las actividades que normalmente se incluyen en la dirección espiritual; pero la dirección espiritual, estrictamente concebida, no debe convertirse en sesiones de consejería.

 

 

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