This article was originally published by The Mennonite

El Cuidado Personal (Parte 2)

Por la gracia de Dios soy lo que soy;
y su gracia no ha sido en vano para conmigo.
(1ª Corintios 15:10)

Sujetaos a vuestros pastores, porque ellos velan por vuestras almas
como quienes han de dar cuenta, para que lo hagan con alegría,
sin quejarse, porque esto no os es provechoso.
(Hebreos 13:17)

El texto escogido de 1ª Corintios, refleja sin duda una vivencia fundamental del apóstol Pablo respecto a su persona y su ministerio: aunque dice no sentirse digno de ser llamado “apóstol”, él testifica que su vida, su identidad y su vocación son fruto de la gracia divina.  En otras palabras, la fuente principal de su auto-afirmación y su auto-estima es el amor divino que opera en su vida por creación, redención, y santificación.  Por más importante que haya sido la contribución de los antepasados, los recursos disponibles y el esfuerzo propio, nada supera el valor de la gracia de Dios.  Y el mantener conciencia de semejante bendición es un factor clave de la salud y del  cuidado personal.

El texto escogido de Hebreos es una exhortación dirigida a la comunidad de fe como tal.  Se trata nada menos que de su responsabilidad para aliviar la carga física, emocional-mental y espiritual de sus pastoras y pastores.  Aunque el trabajo sea arduo, difícil, o complejo, es necesario que tales líderes trabajen con alegría porque la queja constante es síntoma de una frustración ministerial crónica, que amenaza seriamente su salud en las tres dimensiones (espíritu, alma y cuerpo).  La exhortación resulta ser así la contraparte del compromiso ministerial que, por ejemplo, Pablo expresa en 2ª Corintios 1: 24: “No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo…”

Exploración

Las labores pastorales y otras relativas al liderazgo de nuestras comunidades de fe, normalmente incluyen una gran variedad de responsabilidades y tareas que demandan muchas energías físicas, mentales/emocionales y espirituales.  Esta situación se complica seriamente en el caso de congregaciones integradas por personas que enfrentan serios desafíos socio-económicos  (ej. el desempleo) y socio-culturales especiales (ej. inmigrantes).  Por lo tanto, el cuidado de la salud integral—es decir, la salud física, mental/emocional y espiritual— de quienes acompañan pastoralmente, es un compromiso ineludible que deben asumir no sólo tales líderes, sino también las congregaciones como verdaderas comunidades de fe.

Es interesante notar que el tema de la necesidad del cuidado personal aparece referido claramente en las Sagradas Escrituras, como ilustraremos brevemente a continuación. Uno de los pasajes mejor conocidos relata la situación de Moisés trabajando intensamente como juez de Israel y corriendo el riesgo de un agotamiento, como bien captara su suegro Jetro (Exodo 28:13-23): “No está bien lo que haces.  Desfallecerás del todo, tú y también este pueblo que está contigo, porque el trabajo es demasiado pesado para ti y no podrás hacerlo tú solo” (v. 17).  El profeta Elías se vio desbordado por la adversidad y el temor, huyó al desierto, y deseó morirse: “Basta ya, Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres” (I Reyes 19:1-4).  Es posible que la falta de cuidado espiritual haya contribuido al doble pecado de David, en relación a su fascinación con Betsabé (II Samuel 11).  Jesús, por su parte, entendió muy bien el riesgo del agotamiento y la importancia del cuidado personal, tal como lo sugieren, por ejemplo, las referencias a la necesidad del descanso (Marcos 6: 31), y la oración a favor de sí mismo, después de haber ministrado a una multitud (Mateo 14: 22-23).

Hoy día se considera al “agotamiento nervioso” (“burnout”, en inglés) como una verdadera epidemia entre los líderes pastorales.  Curiosamente, entre los factores de riesgo se incluyen numerosos valores, virtudes, y expectativas las cuales, bajo ciertas circunstancias, se pueden convertir en elementos francamente patógenos (o sea, generadores de disfunción o enfermedad), tales como los dos siguientes:

  • Preocupación exagerada por servir al prójimo y llevar sus cargas, como si fueran nuestras, lo cual fácilmente degenera en sentimiento de culpa o angustia al no poder responder a tal expectativa interna y externa.
  • Exceso de trabajo sin un ritmo adecuado de descanso, alimentación, y ejercicio físico y espiritual.

Existen por cierto también muchos factores externos que tienden a generar estrés y desánimo, como los siguientes:

  • Inseguridad y violencia en el contexto social en que vive y ministra la iglesia.
  • Desempleo de los feligreses.
  • Desastres naturales masivos.
  • Falta de sostén y apoyo a diferentes niveles (local, denominacional, etc.).

El cuadro de agotamiento suele incluir no sólo desaliento y una especie de angustia depresiva sino también una medida de agresividad, generalmente subconsciente, que puede volverse contra uno mismo y contra otras personas en el hogar o en la iglesia.  De ahí la importancia de la llamada “prevención primaria”, o sea evitar colocarse en una situación que provoque debilitación y agotamiento.  De lo contrario, en cuanto comienzan a aparecer señales de tal condición se deben tomar las medidas necesarias para que la situación no se agrave y se vuelva crítica (“prevención secundaria”).

Conexión

En los últimos años hemos aprendido cómo prevenir mejor, ya sea “primaria” o “secundariamente” el agotamiento y desaliento en el ministerio pastoral, de manera que tal ministerio pueda seguir siendo fiel y competente frente a las necesidades de cuidado y acompañamiento de aquellas personas a quienes servimos.  Por ejemplo, en un estudio reciente que hice entre pastores y pastoras latinoamericanos, se identificaron nueve factores de sostén, apoyo y crecimiento:

  • Afirmar y practicar en forma consistente la ayuda espiritual que proviene del Espíritu de Dios, mediante las disciplinas espirituales (oración, ayuno, meditación, estudio de la Palabra, y otros).
  • Mantener redes de apoyo y evaluación, incluyendo director(a) espiritual, grupo de sostén y guía personal.
  • Practicar con regularidad la consulta y la supervisión con colegas confiables y competentes.
  • Mantener una vida conyugal y familiar saludable.
  • Cultivar la amistad, especialmente la amistad profunda, con un número reducido de personas.
  • Disfrutar de las maravillas y bellezas de la naturaleza y del arte, no como mera distracción sino como un ejercicio contemplativo que genera adoración, gratitud, y goce estético.
  • Practicar ciertas formas de juego y diversión que resulten realmente re-creativas.
  • Separar tiempos “sabáticos” semanales, mensuales, anuales.
  • Cuidar intencional y disciplinadamente la salud física, mental/emocional, y espiritual con la ayuda profesional que sea necesaria.

Aplicación

Hemos enfatizado la necesidad de atender a nuestra salud integral, o sea, el cuidado del cuerpo, el alma (o “psique”) y espíritu.  Como en el caso de las lecciones anteriores, esta última sección nos desafía a decidir y actuar.  Ahora bien, siendo que el corazón del acompañamiento pastoral, como en todo ministerio, es promover la verdadera humanización a la luz de Jesucristo y el reino de Dios, la formación y transformación espiritual debe recibir atención especial.  Por lo tanto, debemos reflexionar especialmente sobre nuestra espiritualidad en el marco del desafío del cuidado personal, tal como se define y explica en el artículo 19 de la Confesión de Fe.  Las preguntas que siguen, son para su consideración personal:

  • En una escala imaginaria del 1 al 5, ¿cómo evaluaría usted el estado de su salud espiritual entre “muy deficiente” (1) y “excelente” (5)? Justifique su respuesta.
  • ¿Cómo se alimenta y nutre espiritualmente usted?
  • ¿De cuánto tiempo dispone para practicar las disciplinas espirituales (oración, estudio de la Biblia, contemplación, ayuno, etc.)?
  • ¿Consideraría reunirse periódicamente con un(a) director(a) espiritual?
  • ¿Consideraría iniciar una relación estructurada de “amistad espiritual” con otra persona de su mismo sexo? Explique razones.

Anabaptist World

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