Encontrar que en el mundo hay una variedad de diversas experiencias de fe que no son necesariamente anabautistas pero que reconocen la influencia del anabautismo podría llevarnos en una de las búsquedas más curiosas y fascinantes que podríamos emprender.
La iglesia anabautista se mueve por el mundo, en unas regiones más que en otras, y suele ser fácil reconocernos entre nosotros. Sin embargo, son también muchas las experiencias de personas o grupos de personas que reconocen beber de la teología anabautista para inspirar su misión cristiana, sin necesariamente pertenecer a una congregación anabautista. Incluso, cuando tenemos la suerte de toparnos con una de estas advertimos que es mucho lo que en realidad podemos aprender de ellos y consiguen recordarnos quienes se supone que somos los anabautistas, en términos de lo que reflexionamos de la palabra de Dios.
En toda América Latina encontramos estos casos, y uno muy significativo es de Santiago y Ernesto (para esta publicación he cambiado sus nombres debido a su seguridad). Ellos son dos indígenas de la Sierra Nevada de Colombia o como también la conocen: El corazón de la sabiduría. Efectivamente hablar con ellos, a pesar de su juventud, es charlar con personas con mucha sabiduría; generan el efecto de despertar una especie de reverencia y respeto poco usual para personas acostumbradas, no a la selva de Sierra pero sí a las intemperies bulliciosas de la ciudad.
LA ESCUELA
Al entrar a la Casa Indígena, como mis dos amigos Santiago y Ernesto llamaron a su escuela, lo primero que ves es que no es una escuela ordinaria. Sí, pasas la puerta y hay una biblioteca pequeña, unos tableros, y dos escritorios. Pero aparte de eso, la escuela no se distingue en nada más a una casa corriente. Tiene sus muebles viejos, su pasillo que dirige a una cocina típica del campo colombiano y entre el pasillo puertas repartidas de lado a lado en donde están las habitaciones con camas y un baño. Atrás queda un patio grande, con palos de algodón y de yuca, un chinchorro y dos gallinas criollas, un gallo, dos pavos y un gato viejo.
Pero sí, en este lugar se reúne un buen grupo de personas para aprender a narrar de forma escrita sus memorias, además que es uno de los lugares en donde se está gestando la idea de crear una cartilla de alfabetización en su lengua nativa. Y lo más increíble es que sus líderes entienden muchos de sus esfuerzos como una buena mezcla entre sus saberes indígenas y su fe cristiana, y cuando hablamos de fe cristiana, también nos referimos a la teología anabautista, porque Ernesto fue miembro de una iglesia anabautista en Bogotá años atrás.
LA CONVERSACIÓN DE LA MAÑANA
No podría narrar esto sin contar una conversación que tuve con Santiago en la mañana del segundo día frente a la olla que teníamos sobre la leña. Es importante expresarlo de esta forma porque en su cultura la conversación, o sea la palabra, es uno de los quehaceres de la vida de más importancia además de ser sagrada.
Santiago: Javier, es que estoy buscando una conversación con el Mamo para que podamos encontrarnos y conocernos realmente.
Javier: Y, ¿Por qué no lo has hecho?
Santiago: Esto no es como lo hacen ustedes que agendan una cita y llegan con un tema asignado. Y si le hablo al indígena también desde una perspectiva académica sobre temas tan sensibles, incluso para nosotros esto puede ser un insulto. En mi cultura se requiere tiempo.
Javier: ¿O sea que debes seguir esperando?
Santiago: No es esperar y ya. Con el Mamo hemos hablado mucho, pero para que podamos tocar este tema y yo logre hablarle realmente quienes somos, debe ser una plática que surja desde los corazones, y ese tipo de pláticas ni él ni yo la podemos agendar, eso solo surge en el momento que ha sido destinado, cuando los corazones estén dispuestos a crear realmente un puente.
Javier: Ya veo. Pero él al final sabe que eres cristiano.
Santiago: Sí, y eso me genera problemas en mi comunidad porque dicen que ya no vivo como la tradición. Y por otro lado en la iglesia también me ven como un cristiano tibio porque guardo algunas de mis tradiciones culturales como indígena de la Sierra. Esto no me deja trabajar o si no tengo que aceptar condiciones injustas con la familia indígena, y por otro lado la iglesia no se interesa nada en este problema y parece que su misión no es Dios sino convertir al indígena en un no indígena más, un blanco.
Javier: ¿Por qué te volviste cristiano?
Santiago: Mi entender fue bendecir a mi comunidad con otra visión diferente a la tradicional, para sumar, pero en ningún momento perder mi identidad indígena. Cuando conoces la palabra de Dios encuentras cosas muy valiosas pero también te enfrentas con la exclusión de tu comunidad y el poco interés de la iglesia en ti y en tu familia, menos en la comunidad; empiezas a notar claramente la visión colonial de ese tipo de evangelio.
Javier: … (realmente tuve muy poco por decir en esta charla, preferí oír con atención).
Santiago: La iglesia simplemente tacha como hereje o brujería cualquier práctica indígena, cualquier ceremonia, cualquier sabiduría que no sea directamente de la biblia y para el indígena todo lo cristiano es simplemente malo. Yo quiero hacer un puente, de alguna forma esto ha intentado ser la Casa Indígena, pero para eso tenemos que charlar desde el corazón.
LA CONVERSACIÓN DE LA NOCHE
La noche anterior conversé con Ernesto sobre una piedra que estaba a la puerta de la escuela.
Ernesto: Ya decidí no aceptar ningún trabajo en el que no me paguen. Javier, ¿Tú que opinas? Yo inicié esto hace más de diez años. Comenzó por esas montañas – y señaló con su dedo la fila de montañas que estaba en el horizonte a kilómetros y desde donde llegaba una luz flaquita y temblorosa en medio de la noche – Allá fui porque estaba estudiando en Bogotá pero debía volver a la Sierra y no tenía para los pasajes, así que le ofrecí a una lingüista que yo repartiría sus libros por esos pueblos a cambio del pasaje a mi casa. Entonces desde allí comencé a interesarme en mi lengua indígena y a preocuparme porque mi pueblo estaba perdiendo la costumbre de hablarla. Pero ya han pasado muchos años, hemos hecho muchos esfuerzos para la escritura de nuestra lengua, pero es un trabajo poco reconocido.
Javier: Sin embargo, tú terminaste tus estudios en Bogotá, ¿cierto?
Ernesto: Sí, yo volví y justo fue ahí donde conocí a los anabautistas y me volví miembro de la iglesia Hermandad en Cristo. La Casa Indígena no solo es un proyecto para fortalecer nuestra lengua, también es una forma de predicar el Reino de Dios, pero desde una reflexión diferente del rol de la iglesia. Para nosotros el llamado es vivir en comunidad y hacer esfuerzos reales por la comunidad. Solo que aquí tenemos que tener mucho cuidado con decir que somos cristianos porque si llegan a ver una biblia o a creer que estamos predicando, simplemente nuestra comunidad indígena nos cierra la puerta. Y es que aquí no se confía en el cristiano, porque igual al político sabemos que vienen con doble agenda y no quieren ser trasparentes: llegan con campañas de salud, por dar un ejemplo, pero realmente lo que quieren es plantar iglesia. Sin embargo, nosotros no entendemos el Reino de Dios como la iglesia tradicional, sino como el motivo de trabajar por el mejoramiento de la vida integral de todos y también de la comunidad, de ahí a que las personas que trabajan con nosotros se vuelvan cristianos o no, eso no es lo más vital ni determina el éxito de nuestra misión, porque nosotros estamos además promoviendo el trabajo y las relaciones interculturales e interreligiosas.
(…)
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