La navidad es la celebración más importante para la iglesia. Es una celebración que ha durado siglos y ha sobrevivido a todos los cataclismos de nuestra civilización: las cruzadas, las guerras mundiales, las pandemias y un largo etc.
Cuando celebramos la navidad no solo celebramos el nacimiento de Jesús, sino que encontramos en ese hecho una fuente de significados que dan esperanza y felicidad a nuestras vidas. Por ese motivo me he encargado de buscar algunos cuentos navideños provenientes de nuestras raíces latinas, en donde podemos ver la representación de tantos valores que nos llenan el espíritu y la repetición de símbolos que nos identifican como lo son: La luz o la estrella que anuncian la esperanza de Jesús, la familia, la unión, la generosidad y el amor.
Disfruten estos buenos cuentos inspirados en algunas celebraciones locales de países en latinoamérica para animar su espíritu navideño durante estas fechas:
“El Regalo Inesperado” – Ciudad de Bariloche, Argentina
Había una vez, en un pequeño pueblo, un anciano llamado Don José. Don José vivía solo en una pequeña casa, pero siempre estaba rodeado de alegría y amor durante la temporada navideña.
Un año, justo antes de la Navidad, una fuerte tormenta de nieve azotó el pueblo. Las calles quedaron bloqueadas, y la gente tuvo que quedarse en sus casas. Don José, a pesar de sus años, decidió aventurarse fuera de su hogar para asegurarse de que sus vecinos estuvieran bien.
Mientras caminaba por la nevada callejuela, vio una figura temblorosa en la distancia. Era un cachorro abandonado que estaba tiritando de frío. Don José, con su corazón generoso, recogió al pequeño perro y lo llevó a su hogar.
Decidió llamar al cachorro “Esperanza” porque le recordaba que, incluso en los momentos más difíciles, siempre hay esperanza. Don José y Esperanza se volvieron inseparables. Pasaron días felices juntos, compartiendo la calidez de la chimenea y el espíritu navideño.
A medida que se acercaba la Nochebuena, Don José se dio cuenta de que no tenía regalos para intercambiar con Esperanza. Pero eso no lo detuvo. Con sus habilidades de tejido, creó una pequeña bufanda roja y verde para Esperanza, con la esperanza de que lo mantuviera abrigado durante el invierno.
La sorpresa llegó cuando, en la mañana de Navidad, Esperanza llevaba algo en la boca. Lo dejó a los pies de Don José, y para sorpresa de este último, era una bufanda tejida con cuidado. El pequeño cachorro había aprendido observando y quería devolverle el cariño a su amable dueño.
Don José sonrió y abrazó a Esperanza con gratitud. En ese momento, se dio cuenta de que el verdadero regalo de la Navidad no era algo que pudieras envolver con papel brillante, sino el amor, la compañía y la esperanza que compartes con aquellos que te importan.
Desde ese día, la historia de Don José y Esperanza se convirtió en un recordatorio de que la Navidad es un tiempo para dar, pero también para recibir amor de maneras inesperadas. El pequeño pueblo siempre recordaría esa Navidad especial, cuando un anciano y un cachorro enseñaron que el verdadero espíritu navideño reside en el corazón generoso de las personas.
“La Noche de las Velitas” – Villa de Leyva, Colombia.
En un pequeño pueblo colombiano llamado Villa de Leyva, las calles empedradas y las casas blancas cobraban vida cada diciembre con la celebración de la Noche de las Velitas. Esta tradición única unía a la comunidad en una hermosa celebración que iluminaba la ciudad y los corazones de todos.
La Plaza Mayor, con su arquitectura colonial y su fuente central, se llenaba de personas entusiastas que llevaban velas de todos los tamaños y colores. Cada rincón del pueblo estaba decorado con luces parpadeantes, guirnaldas y faroles hechos a mano.
En el corazón de la plaza, vivía la familia Mendoza. Doña Rosa, la matriarca, siempre era la encargada de organizar una gran cena para sus vecinos. Este año, algo especial estaba a punto de suceder. Uno de los nietos, Mateo, regresaba después de varios años viviendo en la ciudad.
Mateo, con sus ojos brillantes y su entusiasmo, animó a los habitantes a hacer faroles de papel y cartón, algo nuevo y emocionante para todos. Durante días, las familias se reunieron para cortar, pegar y decorar los faroles.
Llegó la noche del 7 de diciembre, y la Plaza Mayor estaba llena de anticipación. La brisa fresca de la noche traía consigo risas y murmullos. Cuando el reloj marcó las 7, la primera vela se encendió, y en un instante, la plaza se iluminó con una cálida luz.
Los faroles de papel bailaban en el aire, llevados por la brisa suave. La música resonaba en la plaza, y la gente comenzó a bailar al ritmo de cumbias y vallenatos. Las risas y los abrazos llenaron el aire, creando una atmósfera de alegría y unidad.
Esa noche, Villa de Leyva no solo celebró la Noche de las Velitas, sino que también abrazó una nueva tradición que fusionaba lo moderno con lo tradicional. El espíritu navideño se manifestó en la diversidad de luces y colores que iluminaron el pueblo, recordando a todos que la unión y la creatividad eran las verdaderas joyas de la temporada.
“La Estrella de la Nochebuena” – ciudad de Antigua, Guatemala.
En las pintorescas calles empedradas de Antigua, había una leyenda que se contaba de generación en generación sobre una estrella especial que aparecía solo en la víspera de Navidad. Decían que esta estrella, conocida como “La Estrella de la Nochebuena”, concedía un deseo a aquellos lo suficientemente afortunados para verla brillar en el cielo nocturno.
En una humilde casa vivía una familia, los García. Marta, la abuela cariñosa, siempre contaba la historia de la Estrella de la Nochebuena a sus nietos, Ana y Miguel. Los ojos de los niños brillaban con emoción cada vez que escuchaban la historia, y esperaban con ansias la llegada de la Nochebuena.
Un año, Antigua estaba cubierta por un manto de estrellas, pero la Estrella de la Nochebuena aún no se mostraba. Los niños estaban un poco decepcionados, pero Marta les recordó que la magia de la estrella no solo estaba en verla, sino en creer en su poder.
En la víspera de Navidad, la familia García participó en la procesión tradicional que recorría las calles adoquinadas de la ciudad. Llevaban velas y faroles, creando un espectáculo resplandeciente que iluminaba la oscura noche. Entre la multitud, Ana y Miguel buscaban ansiosos la famosa estrella.
Cuando llegó el momento de la medianoche, la plaza central se llenó de un resplandor especial. La Estrella de la Nochebuena finalmente apareció, deslumbrando a todos con su luz dorada. La gente murmuraba y señalaba al cielo, maravillada por la belleza de la estrella.
Ana y Miguel, con los ojos llenos de asombro, decidieron hacer un deseo. Cerraron los ojos y susurraron sus sueños más profundos en la suave brisa nocturna. Al abrirlos, se dieron cuenta de que la estrella no solo brillaba en el cielo, sino también en sus corazones.
Al día siguiente, Ana y Miguel descubrieron que sus deseos se estaban haciendo realidad de maneras sorprendentes. La Estrella de la Nochebuena había traído alegría, amor y esperanza a sus vidas.
“La Posada Mágica” – San Miguel, México
En el encantador pueblo de San Miguel de Allende, la Navidad traía consigo una tradición especial conocida como la “Posada Mágica”. Esta festividad no solo celebraba el espíritu navideño, sino que también honraba la generosidad y la hospitalidad, tan arraigadas en la cultura mexicana.
En una colorida calle empedrada, vivía una familia llamada los Rodríguez. Don Javier y Doña Rosa, junto con sus tres hijos, Marta, Diego y Juan, eran conocidos por ser los anfitriones de la Posada Mágica cada año.
La víspera de Navidad, la familia preparó su casa con luces brillantes, guirnaldas y una piñata espectacular. Marta, la hija mayor, pasó horas decorando cada rincón con colores vibrantes y alegría festiva. La noticia de la Posada Mágica se extendió rápidamente por todo el pueblo, y los vecinos esperaban con entusiasmo el evento anual.
La noche llegó, y la familia Rodríguez salió a la calle para liderar la procesión de la Posada. Con velas encendidas en mano, cantaron villancicos mientras recorrían las calles empedradas del pueblo. Se detuvieron en varias casas, representando la búsqueda de posada de María y José en Belén.
Cuando finalmente llegaron a la casa de los Rodríguez, la expectación estaba en su punto máximo. La puerta se abrió lentamente, y la familia invitó a los vecinos a entrar. La sala estaba llena de risas y canciones, pero algo especial estaba a punto de suceder.
Mientras los niños jugaban y los adultos compartían historias, una estrella brillante iluminó el cielo nocturno. De repente, aparecieron tres figuras misteriosas, vestidas con túnicas relucientes. Eran los Reyes Magos, guiados por la estrella, quienes llevaban regalos para todos los presentes.
Cada regalo tenía un significado especial: amor, paz y prosperidad. Los vecinos se abrazaron con gratitud, emocionados por la magia de la Posada Mágica. La piñata, llena de dulces y alegría, fue rota por los niños, quienes compartieron las golosinas con todos.
La noche concluyó con abrazos cálidos y buenos deseos para el próximo año. La Posada Mágica no solo había unido a la comunidad, sino que también había recordado a todos el verdadero significado de la Navidad: compartir, amar y ser generoso.
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