This article was originally published by The Mennonite

El Silencio no es Una Opción

El silencio no es una opción en el liderazgo. Nuestros periódicos nos recuerdan las dificultades que enfrentamos. Las instituciones están siendo desafiadas, y las creencias que pensamos que solo unos pocos tienen, en nuestra sociedad son cada vez más comunes. La norma para el discurso público sigue bajando a medida que nos volvemos una sociedad mucho más polarizada.

El liderazgo no es fácil, pero como me recuerda un mentor, no está destinado a serlo. Es para “un momento como este” que nuestra iglesia y nuestras instituciones tengan una voz que este mundo necesita, y no debemos permanecer en silencio. En medio de nuestras imperfecciones, fallas y perjuicios, tenemos algo que compartir.

Desde el comienzo de la iglesia, hemos sido llamados a la fidelidad a Jesucristo, a la reconciliación en un mundo quebrantado, y a creer que el mandamiento de amar a nuestro prójimo no es solo palabras, sino una forma de vida que es contracultural en una sociedad que enseña lo opuesto. Estamos llamados a dirigir con amor, incluso a aquellos que nos pueden hacer daño, aun cuando sentimos que el sistema que nos rodea, incluso nuestra comunidad de la iglesia, nos ha fallado. Estamos llamados a servir con humildad, ya que cada nuevo conocimiento nos recuerda lo mucho que no sabemos.

Durante el año pasado, la Agencia Menonita de Educación estuvo trabajando con instituciones menonitas de educación superior y la Junta Ejecutiva de la Iglesia Menonita de EE. UU en la exploración de un nuevo paradigma para definir las relaciones entre la iglesia y la escuela. La educación menonita, desde la primera infancia hasta la secundaria, el pregrado y el aprendizaje permanente, es misional y transformadora.

He experimentado de primera mano el poder transformador de una educación que prepara a los estudiantes para enfrentar nuestro mundo. Lo he visto en mis hijos, por el cuidado extra brindado por sus maestros para desafiar su cosmovisión y expandir sus experiencias prácticas, incluso en lugares del mundo que muchos consideran peligrosos. Lo he visto en amigos y líderes en la iglesia y más allá que desean marcar la diferencia.

No podemos quedarnos callados, porque el evangelio nos llama a ser una voz en este mundo, a estar comprometidos con la justicia, a no tener miedo de enfrentar lo desconocido, y a nunca perder la esperanza en medio de la dificultad cuando el futuro no está claro. El silencio hace que seamos cómplices de la injusticia en el mundo.

Entonces, hagamos oír nuestra voz, hablemos la verdad con amor, pidamos perdón a aquellos a quienes hemos herido y, lo más importante, permitamos que el amor y la paz de Dios se manifiesten en nosotros y brillen mientras trabajamos para construir juntos un mundo mejor.

Anabaptist World

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