Fuego se abatió sobre ellos desde lo alto y los devoró (Apoc.20:9)
Introducción
¿Te importa mucho que Dios exista?
¿te importa que una nebulosa te dibuje el destino?
¿que tus oraciones carezcan de interlocutor?
¿que el gran hacedor pueda ser el gran injusto?
(Poema “Quien sabe”. Mario Benedetti)
Volcanes y actividad volcánicas se mencionan en la Biblia. Usando la imagen de actividades volcánicas, entre otros poderosos eventos naturales, los libros proféticos y otros textos hacen alusión a la potencia y el castigo divino, así como también al futuro del mundo conocido en los tiempos bíblicos (Job 28:5; 2 Pe 3:10).
A su paso se derriten los montes
como cera en presencia del fuego,
se resquebrajan los valles
como cortados por el agua
que se precipita en torrentera. (Miqueas 1:4)
Podemos pensar que ese sentido figurativo tiene su base en experiencias históricas pues de lo contrario, no podrían los mensajeros divinos referirse a esos eventos con tal abundancia de detalles. Dios mismo es comparado con un fuego devorador y consumidor (Deut. 4:24; Heb. 12:29; Ex. 24:17; Is. 33:14).
La tragedia ocurrida en varias aldeas rurales en Guatemala a partir de la erupción del Volcán de Fuego el domingo 3 de junio del presente año, es un apocalipsis. Realmente sucedió que “un fuego se abatió sobre ellos desde lo alto, y los devoró” (Ap. 20:9).
Pero no nos referimos a “un apocalipsis” en el sentido que el fundamentalismo religioso y neoconservador cristiano lo usa para referirse al final de los tiempos y como castigo divino.
Efectivamente, para los cientos de personas – ancianos, mujeres y hombres, niños y niñas – que murieron calcinados en los ríos de lava y enterrados por toneladas de ceniza tóxica erupcionada por el volcán, fue el final del tiempo. Quizás algunos sobrevivientes, en silencio y con aturdimiento, piensan en “castigo divino” a la vez que rezan u oran, por protección y seguridad. Y es que el mensaje cristiano – sin conciencia – se muestra confuso e incoherente al reflexionar ante tragedias de esta naturaleza.[1] El mismo papa Francisco envía plegarias por los fallecidos y oraciones por las víctimas sobrevivientes. Pero, si Dios todo lo sabe – es omnisciente dice la teología cristiana – ¿no sabía entonces de la tragedia que se abatiría “desde lo alto” sobre inocentes familias campesinas? Volveremos sobre este punto.
“Apocalipsis” (gr. αποκαλυψις) se traduce sencillamente como “revelación”, “acción de descubrir o revelar”, “quitar la cobertura”, “poner al descubierto”. Es con este significado etimológico que usamos aquí la palabra “apocalipsis”.
Los desastres naturales que ocurren y afectan trágicamente mayormente a los pobres y excluidos del mundo, son como “apocalipsis”. ¿Por qué?
Primero, porque revelan y ponen al descubierto la injusticia y exclusión social que permanecían ocultadas, o bien, escondidas o camufladas por el poder dominante.
Segundo, porque revelan y sacan al descubierto cuestionamientos serios que permanecían ocultos o escondidos en el inconsciente individual y colectivo. Veamos a continuación el desarrollo de estas dos afirmaciones.
1. La exclusión y la injusticia social
Hoy sabemos que este tipo de erupciones volcánicas como la reciente del Volcán de Fuego, conocidas como explosivas, si bien se pueden hasta cierto punto pronosticar, son difíciles de determinar cuál será la magnitud de dicho evento. Quienes vivimos en los últimos años en Guatemala, reconocemos ver con frecuencia la actividad del Volcán de Fuego.
Según el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología de Guatemala (INSIVUMEH), dicho volcán tiene entre 15 y 17 erupciones de menor magnitud por año. Los pobladores que viven en las cercanías al volcán están acostumbradas a dicha actividad. Esto también influyó en que no huyeran hasta el último minuto. Decisión que para muchos fue fatal.
Un experto de dicho Instituto decía que los equipos de monitoreo desde el observatorio que vigila el volcán alertaron desde las 6:00 de la mañana del domingo que una erupción estaba por ocurrir. Y efectivamente ocurrió al mediodía.
Entonces, ¿por qué no se evacuaron a tiempo las comunidades que se sabía que estaban en riesgo? La respuesta fue: “…fue una erupción atípica y los mecanismos que existen para evacuar estas comunidades no son lo suficientemente eficientes“.[2]
Otro experto en riesgo de desastres climáticos en zonas de montaña de Guatemala y graduado en la Universidad de Oxford dijo que se trata de “un mecanismo poco eficiente según quedó demostrado”.
Y agregó: “Se trata de un caso de debilidad institucional. La institución de gobierno para prevenir y responder a estos estos eventos naturales conocida como CONRED (Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres) tiene muy poco personal y presentan muchas limitaciones para poder cumplir las tareas que tienen a su cargo…muchas poblaciones de esta nación se encuentren en situaciones de riesgo ante diferentes tipos de desastres naturales.”[3]
Posteriormente el profesional afirmó que hay una causa mayor: un mal lugar para vivir. Es decir, siendo que el Volcán de Fuego registra una actividad volcánica de seis explosiones por hora, vivir es sus cercanías es potencialmente peligroso. Pero el país carece de un buen reordenamiento territorial especialmente para las clases pobres urbanas y campesinas.
Finalmente, el experto sostiene: “En nuestro país hemos tenido una historia de exclusión y poca atención a comunidades rurales. Entonces la gente vive donde puede vivir y ahí es lógicamente donde se vuelven una alternativa para ellos estos terrenos. Si a eso se suma una institucionalidad muy débil, entonces tenemos como resultado comunidades altamente vulnerables“.
En resumen, la injusticia y la exclusión social condenan a familias campesinas pobres a vivir en lugar ambientalmente excluidos y riesgosos. A una exclusión social le corresponde también una exclusión ambiental.[4]
El desastre natural que afecta a las poblaciones excluidas por la sociedad, es un apocalipsis porque revela y des-oculta la latente injusticia social sobre la que se sostiene el sistema del capitalismo salvaje. Gobernantes que reducen al mínimo los servicios sociales, de cuidado y prevención para las clases más pobres, son culpables de las muertes inocentes en desastres naturales como esta tragedia en Guatemala.
Cuando esas autoridades y su correspondiente propaganda “recorren las zonas afectadas”, o bien, cuando envían oraciones y mensajes de aliento a las víctimas, no hacen más que volver a tapar y ocultar lo que el apocalipsis de la tragedia sacó al descubierto.
2. El problema de un Dios personal[5]
Si Dios todo lo sabe – omnisciente dice la teología cristiana – ¿no sabía entonces de la tragedia que se abatiría “desde lo alto” sobre inocentes familias campesinas? Es una pregunta obvia y directa.
Si Dios es todopoderoso – omnipotente dice la teología cristiana – ¿no podría haber evitado la tragedia?
Si Dios es todo amoroso, ¿cómo compaginar aquel infinito amor con este finito sufrimiento injusto e inocente?
No quiero ser irrespetuoso, pero tengo que ser honesto.
No consigo entender como la enseñanza cristiana consigue mantener entrelazados el amor infinito de Dios, el conocimiento infinito de Dios, el poder infinito de Dios, con la muerte atroz de bebés y niños calcinados en ríos de lava volcánica. Más aun, llamar a Dios como “Padre” o “Madre” es más difícil. Me explico. Muchos padres y madres murieron tratando de salvar a sus hijitos de la furia del volcán. Esto es lo que un padre o madre humano hace. Mientras que el “Dios Padre/Madre amoroso” no lo hizo y parece haber asistido impávido a la muerte de los inocentes.
¿Cómo un Dios personal que nos ama puede tolerar tal cantidad de sufrimiento en su creación? Algo no encaja bien aquí, y esto tiene que ver con Dios o con nuestro entendimiento sobre Dios.
Decir que es el hombre que dañando la naturaleza se causa su propia destrucción, si bien es cierto, no viene al caso aquí. Más bien este argumento tan usado hoy es contrario a la razón y parece ser más bien un intento infantil de eximir a Dios de cualquier responsabilidad moral.
Tenemos que reconocer los límites de nuestro intelecto así como los límites de nuestra fe y comprensión. Tenemos que ser humildes e inclinarnos ante el misterio, como finalmente hizo Job. Pero esto no significa someternos a la contradicción.
Todo nuestro lenguaje sobre lo divino es simbólico. Es decir, necesita de símbolos. Pero si bien estos son valiosos, son también limitados y por lo tanto peligrosos cuando los exageramos y tomamos literalmente.
Como muchos cristianos expresan abiertamente o sienten silenciosamente, pienso que algunos de los lenguajes simbólicos sobre un Dios personal, y más aún, los antropomorfismos, ya no sólo son inapropiados sino también perjudiciales. Necesitamos cambiar de imágenes para lo divino conforme vamos madurando en inteligencia, conocimiento, razón y emoción.
Los desastres naturales que causan muertes inocentes son apocalipsis porque nos revelan que algunos de los símbolos y lenguajes sobre Dios que usamos – sea en la liturgia, la oración, desde el púlpito o en la cotidianidad – son evidentemente contradictorios, inadecuados y hasta perjudiciales.
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[1] Brun, Tony. “Y Dios no estaba…”
2 http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-44387926
3 Ibid
4 Guatemala – y otros países latinoamericanos – también padece las tragedias urbanas ocasionadas por las intensas lluvias que provocan los derrumbes de colinas urbanas. Quienes viven en esos lugares de alto riesgo, son los pobladores excluidos por la sociedad. Al igual que las laderas de un volcán activo, estas colinas urbanas atestadas de casas precarias no son lugares habitables para el ser humano.
5 Soy consciente que este asunto merece un tratamiento mucho más profundo y extenso. Tal profundidad y extensión exceden nuestras posibilidades aquí. Además la bibliografía al respecto es abundantísima, aunque todavía sigue y seguirá planteado el problema, pues al fin y al cabo, son conjeturas, conceptualizaciones, argumentos teológicos sólidos pero opiniones al fin. Aquí simplemente comparto abiertamente – no elocuentemente – mis problemas con “Eso” que llamamos Dios.
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