Parábolas y realidades

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Preguntan los discípulos, “¿por qué les hablas por medio de parábolas?” (Mt. 13:10-15).

Algunos estudiosos han dicho que estos versículos son un añadido a la historia original, algo necesario para que los escuchas o lectores posteriores, no judíos, entendieran bien el sentido figurado o reflexivo de las mismas.

Podríamos decir que las parábolas son una especie de método dialógico, que curiosamente causan diversas reacciones según el público: meten en crisis existenciales, generan discusión o reflexión y, finalmente, la satisfacción -o el encono en el caso de fariseos, saduceos y poderosos- de haber descubierto el sentido de la parábola.

Ahora bien. Jesús fue un buenazo en este estilo o recurso pedagógico de aquella época, que debía tomar los elementos más cotidianos posibles. Si estaba con pescadores, con agricultores, en la ciudad o en el campo o con pastores (los pobres y menos cultos de su tiempo), utilizaba imágenes, alegorías y metáforas con la misma sencillez con la que nos mostró su misericordia al reconocer cada aspecto de la condición humana. Él entendió cada realidad asumiéndola y transformándola desde dentro. Por eso, algunas parábolas son duras, otras, hasta enternecen. Pero todas gozan de una creatividad digna de un gran contador de historias. Y justo cuando se quería o se deseaba que el maestro dijera una verdad, alguna iluminación concreta, simplemente contestaba: “te voy a contar una historia…”, y todo mundo podía sacar la conclusión. Habían sido enseñados, habían sido tratados como alumnos, esas historias no se les iban a olvidar. No es como los catecismos, discipulados, teologías institucionales y las complicadas explicaciones en “cristianes” con las que nos encanta elevar nuestro cristianismo a misticismos de unción y dobles porciones del Espíritu. Por eso este pasaje de Mateo es fundamental, y si es un añadido a las palabras del Maestro, gracias a Dios por los hermanos que lo hicieron preocupados por tantos gentiles que no iban a poder entender tan fácil esas enseñanzas fuera de contexto. Gracias a esta parábola explicada, la única, es que nos queda claro, a nosotros no judíos, que hay que echarle algunas neuronas extra.

De este método de nuestro Señor aprendemos una cosa: el evangelio es fundamentalmente vivo, creativo. No es sistemático, pero tampoco es absurdo. Es decir, es Palabra encarnada en la historia humana, su enseñanza se sigue construyendo en el camino donde echa raíces, florece, y siempre lo hace con todos los colores posibles.

Ahora bien, los tiempos cambian. Las realidades también. Los cristianos, no importa la denominación, han estado muy preocupados por la ortodoxia, pocos por la práxis, quizás la cuestión es más bien una ortopraxia. Es decir: ser como Jesús en la tierra. Bajar las verdades iluminadas al alcance de los más sencillos, explicar la “Gracia” de una forma simple y sencilla, pero no en el sentido de diluir las verdades supremas del Evangelio, sino de crear consciencia para transformar (metanoia) la realidad.

Y como acabamos de decir que es mejor la ortopraxia, no hay más que compartir un ejercicio que hizo mi comunidad para inventar sus propias parábolas, tratando de contextualizar la enseñanza y así poder compartir mejor el evangelio de Jesús:

Alondra, madre y esposa, en su veintena. Su papá estuvo 3 meses en proceso de desintoxicación debido al alcoholismo. Algunos hermanos estuvieron apoyándola en todo este tiempo: “El reino de Dios es como cuando hay una necesidad con un hermano, y aparece la comunión de hermanos para apoyarlo material o emocionalmente, y lo orientan para ser mejor y se consuelan los unos a los otros”.

Paulo 9 años. A partir de su convivencia con los otros niños de la comunidad, ha mejorado mucho en su desarrollo: “El reino de Dios es como el cielo, que cuando estamos en peligro, Él aparece con su fe que tiene y Dios nos fortalece, y con Él nunca estamos perdidos”.

Lupita, 16 años, hermana de Alondra, una joven que ha permanecido desde niña: “El reino de los cielos es como cuando un entrenador de futbol enseña y corrige a los jugadores para que sean los mejores con el balón en la cancha. Cuando los jugadores no cumplen, Él los corrige y enseña para que sean valientes, por si vienen los del otro equipo y les quieren robar ese balón de fe. Así, obedeciendo al entrenador, los jugadores llevan el balón hasta lograr anotar”.

Juan José, en sus cuarentas. El hermano es agrónomo y se preocupa por la salud, luchando contra los agroquímicos: “La enseñanza de la Palabra de Dios es como una buena comida que al prepararse debe tener sus ingredientes en la cantidad y momento adecuados, porque si tiene demasiada sal o alguna especia, su sabor ya no es bueno o puede hacer daño…”

Elibeth, 7 años, hija de Juan José: “El reino de Dios es como una fiesta que nos limpia y prepara”.

Trini Sánchez. Química Farmacobióloga, tiene su propio negocio, esposa de Juan José y madre de Elibeth: “El reino de Dios es como una red que recoge a todos sus hijos”.

Juan Carlos Maya, en sus sesentas. Pastor y servidor público: “El reino de Dios se parece a los que van a la escuela para tener trabajo y ganar dinero para ser felices. Hubo quien estudió, pero no entendió. Otro estudió, entendió, pero no encontró trabajo. Otros estudiaron, y trabajaron, pero no generaron riquezas. Otros, estudiaron, trabajaron y fueron ricos, pero no fueron felices. Pero hubo quien estudió la Palabra, sirvió trabajando, compartió su salario y fue feliz”.

Nallely Maya, en sus treinta, servidora pública, madre, pianista: “El reino de Dios es como una voz casi inaudible que, temerosa, dice sus primeras palabras dudosa en medio de un lugar lleno de personas con mucho conocimiento, poderosas, de imponentes personalidades, expertos, pero sedientos del amor de Dios en medio del gran ruido que su arrogancia les supone. Y entonces, cuando todos menos lo esperan, esa pequeñita voz se hace grande, porque es fortalecida por amor a quienes la necesitan”.

Antonio Vera, en sus cuarenta. Acaba de terminar su proceso de desintoxicación: “El reino de Dios es como la vida de cada persona. Depende del viento que siga y se lo lleve o del Árbol del que se sostenga y permanezca”.

Angélica Avilés. En sus cuarenta, comerciante, esposa de Antonio: “El reino de Dios es como cuando nieva en invierno y se visten los volcanes de mucha nieve muy blanca y se ven muy hermosos. Así es el amor de Dios”.

Emiliano, 13 años, hijo de Angélica y Antonio: “El reino de Dios es como unos amigos que te enseñan cosas como el amor, el cariño y el respeto, y te enseñan cosas nunca antes vistas, cosas nuevas que nos dan felicidad y nos ayudan a ver a Dios y poder hablarle y así poder estar seguros de que estás con él”.

Crisel, en sus cuarenta, ama de casa, madre de 3 jóvenes: “El reino de Dios es como un hogar en el que el padre de familia cuida a sus 4 hijos, los protege, los ama y comparte la palabra. Pero uno de sus hijos prefirió los afanes del mundo y se olvidó de los cuidados y el amor de su padre. Otro hijo tomó la palabra y las instrucciones de su padre, y conoció la enseñanza, pero en cuanto llegaron los momentos de prueba olvidó lo que se le había enseñado. Otro conoció la palabra y aparentaba obedecerla, pero su corazón estaba lejos de la enseñanza de su padre. Pero el último escuchó la palabra, decidió creer en Dios y obedeció en retribución al amor que tuvo su padre al darle una nueva vida”.

Rodrigo Pedroza: “El reino de Dios es como un nopal que los constructores arrancaron para levantar un muro, echándolo lejos entre escombros y por poco muere, quedando una sola raqueta viva, que asomaba una pequeña parte de entre piedras y despojos. Sin embargo, cuando sintió el rocío y le pegó el sol, dio un pequeño retoño que creció, se hizo fuerte y al final, extendió sus hojas tanto que sirvió de alimento a muchos”.

Y, en tu comunidad, ¿cómo serían estas historias contextualizadas? Quizás te enfrentas a situaciones de analfabetismo, drogadicción, cárcel, prostitución, violencias de todo tipo; conflictos por el poder en la iglesia, situaciones de género, lucha de clases, pecados diversos, jóvenes o niños olvidados… ¿A qué se parece el Reino en tu contexto?

Bueno, ¡echa a volar la imaginación y la creatividad, que el reino de Dios, se parece a un contador de historias, que, con mucha misericordia y amor, llevó el evangelio a todas partes!

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