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Una Visión Bíblica de la Guerra Espiritual

Esta es la primera parte del estudio sobre guerra espiritual tomada del libro: “Estén Firmes no Teman” escrito por Juan Driver, Editorial Clara-Semilla, 1998. Espero que lo disfruten y compartan. –Marco Güete

El Espíritu y los espíritus: Una Visión Bíblica de la Guerra Espiritual

El tema de la lucha espiritual caracteriza la historia bíblica desde su principio hasta el final. Esta realidad ha llevado a algunos cristianos prácticamente a comprender la vida y la misión de la iglesia en términos de una guerra espiritual. Generalmente, estos sectores de la iglesia conciben el conflicto espiritual como una lucha contra  los poderes invisibles _del mal, los que son identificados como demonios, ángeles caídos, huestes espirituales malignas, emisarios y agentes espirituales de Satanás, el principal entre ellos; sin embargo, poca, o ninguna, atención prestan a las manifestaciones humanas y concretamente estructurales de los poderes del mal. Su participación o respuesta  ante este conflicto espiritual generalmente toma la forma de exorcismos.

Hay, a su vez, otro sector de la iglesia que comprende esta realidad desde un ángulo muy distinto. Manifiesta su gran preocupación por el mal, visto como la encarnación de éste en la forma de estructuras humanas e  institucionales  que se han vuelto opresoras. En su lucha contra estos poderes han recurrido a estrategias varias: el servicio y la acción  social,  la denuncia profética, la confrontación abierta, y hasta el intento de subversión. Por otra parte, donde lo han creído posible, han intentado cristianizar a los agentes humanos y a las estructuras del poder a fin de hacerlos menos demoniacos y más benignos. Ejemplos de estos intentos y sus estrategias en la historia de la iglesia incluyen la creación de la llamada cristiandad, las cruzadas en la edad media y la guerra y la revolución justa.

Raras veces en su historia ha sido capaz de reconocer la iglesia la complejidad y la magnitud de la influencia y del alcance de los poderes del mal. Estos se presentan con  rostro  humano  y  estructural, o más concretamente expresado en forma institucional aunque en el fondo, son de inspiración u origen demoniaco. Las dimensiones esencialmente espirituales de estas estructuras de poder, que oprimen y esclavizan a los seres humanos, generalmente se nos escapan.

¿Cómo pues obra el Espíritu de Dios en su lucha contra estos “espíritus” de caos y destrucción a fin de restaurar las condiciones de shalom en su creación y entre sus criaturas? Hay pistas en la Biblia que nos ayudan a comprender los alcances de este conflicto y la estrategia divina de lucha. La metáfora veterotestamentaria de la guerra de Yahveh ocupa un lugar prominente y provee la base para comprender el Nuevo Testamento. La participación de la comunidad primitiva en este conflicto espiritual llegó también a ser objeto de profunda reflexión paulina. Orientada por estos fundamentos, la iglesia puede tener las bases y condiciones para comprender mejor el conflicto en el que está inmersa y descubrir las estrategias de lucha que mejor coinciden con las acciones y la intención divinas.

La actividad salvífica de Yahveh se describe muchas veces en el Antiguo Testamento mediante metáforas de combate. Esta visión se presenta con varios matices. El primero de ellos es el  paradigma de la guerra de Yahveh. Es Yahveh quien lucha a favor de su pueblo cuando éste se encuentra en situaciones de peligro y de crisis. Ante el clamor del pueblo, Yahveh interviene para salvar a su pueblo de las fuerzas de destrucción.

En lugar de participar con Dios en la destrucción del enemigo, Israel debía confiar en Dios y esperar su intervención milagrosa. En esto, ellos se distinguían tremendamente de sus vecinos en el Mediano Oriente que acompañaban a sus dioses en sus campañas militares. Uno de los ejemplos más explícitos de la guerra de Yahveh,  lo encontramos  en Éxodo 14:13-14. “Y Moisés dijo a su pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos.”

En algunos casos hubo una participación activa del pueblo en los combates. No obstante, esta actividad era siempre secundaria y subordinada a la acción principal de Yahveh. En la guerra de Yahveh, más importante que la participación  bélica del pueblo en el proceso de su liberación, era la actividad profética de una persona como Moisés que comunicaba la voluntad de Dios a su pueblo.

Un  segundo  matiz en  el  concepto veterotestamentario de la guerra de Yahveh gira en torno a la imagen o conceptualización que se maneja en la lucha de Yahveh contra los poderes del mal. Las fuerzas del caos se describen frecuentemente bajo la figura de: un mar agitado y/o de los monstruos que allí habitan (Job 26:11-12, Is. 27:1, et al). Según la fe de Israel, Yahveh poseía el poder para vencer toda fuerza maligna, mientras que los dioses de las naciones quedaban impotentes frente a estos poderes (Hab. 3:3-5, 8-11).

Yahveh se distinguía notablemente de los dioses de los pueblos circundantes, en que la arena de lucha de Yahveh  contra las fuerzas del caos está ubicada en la historia, más que en el cosmos, o en un sitio geográfico. Las conceptualizaciones cósmicas empleadas en el Antiguo Testamento simbolizan los poderes demoniacos que obstruyen los propósitos de Dios e intentan estropear su actividad salvífica en la historia. Por este motivo, se aplicaban los nombres de los monstruos primitivos a los adversarios históricos de Israel. Ante la tentación que tenía Israel de confiar  en una alianza militar con Egipto,  el profeta los llama “Rahab,” uno de los monstruos del mal primitivo (Is. 30:7 B.J.) y  a  Faraón se le llama “el gran dragón que yace en sus ríos” (Ez. 29:3).

El éxodo, muy explícitamente, era descrito en términos de una lucha cósmica. El Salmo 77:16-20 se refiere al éxodo bajo la imagen de una tormenta cósmica en la que están envueltas “las aguas”, “los abismos”, “los truenos”, y “los relámpagos”, y la conquista del “mar” por Yahveh. Y en Isaías 51:9-10 se vislumbra un nuevo éxodo de salvación, con imágenes que ayudan a conceptualizar la conquista de estas fuerzas demoníacas primitivas “Rahab” y “el dragón”.

La importancia y significado de estas imágenes cósmicas para referirse a eventos en la historia de Israel parece ser doble. En primera instancia, la historia, más que la naturaleza, es la esfera en la cual la actividad salvífica de Dios se manifiesta. El Señor soberano de la historia combate aquí con los poderes que le son adversos. En segundo lugar, los adversarios político-militares de su pueblo, que son vencidos por Yahveh, son vistos como manifestaciones concretas de las fuerzas espirituales del caos y del mal. En el éxodo, para tomar un ejemplo, Yahveh luchó no solo contra la caballería egipcia, sino contra toda esa compleja fuerza espiritual maligna, de la cual ellos eran una manifestación concreta. Yahveh. no solo luchó contra Faraón, sino también contra todos los poderes demoniacos que le sostenían a él y a los suyos.

El propósito de la guerra histórica de Yahveh en el Antiguo Testamento es la creación del shalom. La esfera caracterizada por el caos, finalmente es conquistada y transformada con las condiciones apropiadas para el shalom. El caos en Israel implicaba enfermedad, guerra, hambre y conflicto social. Por el contrario, el shalom significa: salvación,  salud,  justicia social, compasión y culto auténtico a Dios. La finalidad de la guerra de Yahveh en el Antiguo Testamento es el establecimiento del shalom.

La imagen de Yahveh como Guerrero en el Antiguo Testamento representa su lucha contra el caos en todas sus formas y manifestaciones que se opongan a su autoridad creadora y salvífica. Abarca las dimensiones demoniacas, cósmicas y espirituales, al igual que las políticas, militares, históricas e incluso religiosas. Estas dos formas de concebir al adversario y al mal cósmico que ha generado están inseparablemente interrelacionadas, aunque a su vez se pueden identificar individualmente. “Dios se encuentra en combate contra todos los poderes humanos y espirituales, terrenales y cósmicos, que corrompen su creación y oponen sus propósitos salvíficos.” (Bender, 1987:7-18).

 

Para Mayor Información

Puede comunicarse con Marco Güete, Director de Ministerios Hispanos para la Educación Pastoral y de Liderazgo de la Agencia Menonita de Educación Marcog@MennoniteEducation.org

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