¿Qué relación tiene el filósofo de los afectos, de la luz, de la potencia de vivir, Baruch Spinoza, con los menonitas?
Spinoza es un filósofo que durante los últimos años ha tenido una gran importancia para la filosofía continental y el pensamiento feminista. Nació el 24 de noviembre de 1632, alrededor de 70 años después de la muerte de Menno Simons. En el tiempo que vivió Spinoza, algunas comunidades menonitas ya estaban consolidadas, la persecución todavía estaba a la orden del día para las comunidades religiosas que no se ajustaban a la “ortodoxia” del poder de turno, sean estos católicos o calvinistas. En este contexto religioso aparece Spinoza, quien no solo tuvo disputas con los católicos y calvinistas sino también, por su herencia familiar, con las autoridades judías. Spinoza estaba muy bien enterado de las disputas religiosas de su tiempo pese a ser un filósofo y tener otros intereses académicos. Incluso ni siquiera en su propio campo de estudio estaba a salvo, se ganó muchos enemigos porque tampoco se ajustaba a la ortodoxia filosófica de su tiempo. Podríamos decir que fue un “hereje” para algunos filósofos más conservadores del campo aristotélico como seguidores de René Descartes.
Spinoza, al igual que los menonitas, no quería saber nada de predestinaciones y condenas al infierno como ya lo hacían fervientemente los calvinistas. Tampoco quería filosofar sobre la muerte y lo negativo (¡a pesar de las quejas de Hegel!), “solo creía en la alegría y en la visión” como afirma Gilles Deleuze (2022, 22).
Pero vayamos en orden, de manera spinozista profundicemos un poco en sus afectos. Lo que une al filósofo neerlandés con los menonitas no es un sistema de creencias sino una amistad que se produce en la periferia de la vida intelectual y política y en la posibilidad de compartir la vida y las pasiones en una comunidad segura y libre que se niega a vigilar y castigar.
El teólogo anabautista Rafael Zaracho siguiendo al teólogo menonita Juan Driver, afirma que los movimientos de fe en la periferia de la historia cristiana tienen algunas características en común:
- «“Solidaridad con los marginados”.
- Renuncia al poder político donde a) aún en medio de las persecuciones “persistieron en su visión no-violenta”, b) cuestionaron en general la alianza de la iglesia con el estado y c) “han ofrecido una poderosa protesta profética contra la coacción destinada a mantener la paz social a cualquier costo, tanto en la iglesia como en la sociedad»
- Comunidades alternativas a los modelos hegemónicos. (Zaracho en Morales 2021, 162-163).
Sin pretender cristianizar a Baruch Spinoza, creo que tanto él como sus amigos menonitas cumplen con estas características por haber estado en la periferia y no en el centro del poder religioso, político y filosófico.
Vamos con un poco de historia. Spinoza, luego de tener algunos altercados con la ortodoxia judía, va a Rijinsburg donde conoce a los grupos colegiantes y a tres de los que van a ser sus amigos más cercanos, Simon Joosten de Vries, Pieter Balling y Jarig Jelles, todos ellos menonitas. Spinoza “aprendió en las reuniones de los Menonitas y los Colegiantes a superar el cristianismo eclesiástico o institucional” (Freudenthal en Sanz 1997, 234). Los colegiantes “se reunían para orar en común, cantar himnos y leer Ia Biblia en voz alta, basándose para Ia interpretación bíblica y Ia educación religiosa en el testimonio espontáneo, inspirado, de todo miembro del grupo que se sintiese movido por el Espíritu Santo” (Fiz 1987, 68). En este movimiento intelectual-espiritual y de resistencia a los grupos católicos y calvinistas no solo leían la Biblia sino también otros escritos que resonaban con su espíritu libre como los de Spinoza. Aquí, por ejemplo, se leyó y discutió el Tratado teológico-político y Ética.
Uno de los últimos libros publicados sobre la obra de Spinoza se titula Un libro fraguado en el infierno. El tratado teológico-político de Spinoza (2022) por Steven Nadler. Este filósofo afirma que:
Estos colegiantes, cuáqueros, anabaptistas y menonitas eran auténticos reformadores religiosos, y a caso la audiencia más receptiva a la nueva obra de Spinoza. Se oponían a la jerarquía autoritaria y al sectarismo dogmático de la Iglesia oficial y buscaban un enfoque más igualitario e interno en el tratamiento de las cuestiones espirituales. Compartían la creencia de que el auténtico cristianismo no era confesional. A su modo de ver, consistía en un amor evangélico por el prójimo y por Dios, así como en la obediencia a las palabras originarias de Jesucristo […] insistían en que más allá de las pocas verdades simples y elementales contenidas en las enseñanzas de Jesús, todo individuo tenía el derecho de creer en lo que quisiera, y ningún derecho, en cambio, a acosar a los demás por sus creencias. La salvación no se alcanzaba mediante ritos o signos supersticiosos o por pertenecer a un culto organizado, sino solo por una fe interna, cordialmente vivida. […] Anticlerical hasta la médula, se proponían liberar a la cristiandad de las restricciones impuestas al culto y las obras por las religiones institucionalizadas. La acción moral era, para la mayoría de estas sectas disidentes, más importante que cualquier conjunto de dogmas (Nadler 2022, 50).
Este grupo fue un lugar de refugio y de estímulo intelectual y espiritual para Spinoza. Aunque los menonitas y Spinoza podían tener algunas discrepancias los unían muchas luchas, ideas y sentires. Según Nadler, es innegable que Baruch Spinoza fue influenciado por estos “devotos disidentes” menonitas, tanto en cuestiones religiosas como políticas (Nadler 2022, 230).
Tanto Spinoza como los menonitas vivían de tal manera que sabían que la verdadera carga de la prueba no estaba en sus proposiciones ortodoxas sino en su vida y en que sus creencias siempre podían estar sujetas a cambio y ser evaluadas y discutidas con generosidad de espíritu, en una comunidad que no censura sino que tienen apertura y humildad intelectual. Los amigos de Spinoza eran íntegros en cómo vivían su vida y estaban dispuestos a invertir su dinero y dejar sus trabajos para ser fieles a su llamado como cristianos. Tomemos como ejemplo la vida de Jarig Jelles “quien vendió su negocio de ultramarinos para dedicarse a la búsqueda de la verdad” (Pac 2020, 21) y “alcanzar, por el criterio consciente de su espíritu, la más alta perfección moral posible” (1968, 3).
Por medio de sus libros y su correspondencia podemos evidenciar que Spinoza, al igual que los menonitas, creía en la no violencia, en la vida sencilla, en la tolerancia en cuestión de creencias religiosas y filosóficas, en la separación entre la iglesia y el estado, en el carácter comunitario de la vida cristiana y en la importancia de la virtud del cristiano, más allá de una actitud confesionalista y dogmática (Sanz 1997, 234). No menos importante de mencionar es que los menonitas y Spinoza tenían como “piedra angular” estar en contra de “todo adoctrinamiento” (Beltran 1993, 68). Más que crear una lista de dogmas y convencer a las personas de su “Verdad”, Spinoza y sus amigos menonitas querían participar del “espíritu de Cristo” (Spinoza 1988, 307) y experimentar la vida sencilla de Jesús.
El apoyo de sus amigos menonitas consistía no solo en un estímulo intelectual sino también en actividades muy concretas como traducir sus libros, Balling traduce al holandés Principios de filosofía de Descartes y Pensamientos metafísicos. Simon de Vries llegó incluso a fundar en Amsterdam un colegio spinoziano (Noceti 2020, 11) y donarle su herencia, aunque Spinoza se negó dos veces y terminó aceptando solo 300 florines. Jelles escribió el prefacio de la edición de 1677 de las Obras póstumas de Spinoza, además de ser su mecenas y suministrar los fondos para la publicación de sus libros. Tanto Jelles como Spinoza y René Descartes publicaron en la misma editorial dirigida por Jan Rieuwertsz, un valiente editor conocido por publicar obras de “orientación liberal, incluso radical, incluyendo escritos de filósofos progresistas y teólogos reformados disidentes” como la del pastor menonita y líder colegial Galenus Abrahamsz (2022, 292). Jelles publicó aquí un libro titulado Confesión de fe universal.
Traducir libros, donar dinero, crear un colegio spinoziano, publicar sus libros pese a la persecución son actos muy concretos de acompañamiento que va más allá del simple estímulo intelectual.
Estuve tentado a titular este artículo como Pensar en la periferia: Baruch Spinoza y los menonitas, sin embargo, vemos que la relación de Spinoza con sus amigos menonitas no era solo intelectual sino de vida. Podemos dar cuenta, no solo por medio de sus escritos académicos sino también por su correspondencia, del pacifismo, de la importancia “del tema comunitario” y su clara denuncia a los poderosos que acumulan riquezas: “Hacía 1661, redacta el Tratado sobre la reforma del entendimiento, que se abre con algo así como un itinerario espiritual a la manera menonita, centrado en una denuncia de la riqueza” (2022, 16). Además se comparten y se interpretan sueños al estilo psicoanalítico como con Balding, se piden consejos y se comentan sobre cómo se organiza la reunión con los colegiantes. En fin, se da cuenta de esa otra dimensión de la vida que hace posible el pensar: las alegrías, los miedos a la persecución, sus frustraciones y no pocas veces a expresarse cariño y amor.
Hay muchas cartas donde Spinoza se toma el tiempo de explicarle a Jelles reflexiones filosóficas, teológicas e incluso biológicas y de asuntos sobre la óptica con dibujos, y otras donde muestra su indignación como la siguiente: “los más ignorantes, me digo, no sin sonreír, son habitualmente los más audaces y dados a escribir. […] Nadie, se dice, es más avispado que el diablo: pero me parece que estos tipos son bastante más agudos que él. Saludos” (Spinoza 1988, 310).
Quiero detenerme en una carta que da cuenta sobre cómo Spinoza responde a sus críticos. Esta carta está fechada en febrero de 1671 y le escribe a un médico y predicador de la congregación menonita Flemish de Rotterdam. Spinoza abre la carta de la siguiente manera: “mostraré brevemente cuán torcidamente ha interpretado mi pensamiento, aunque no me será fácil decir si por malicia o por ignorancia” (Spinoza 1988, 286). Spoiler Alert!: Al final de la carta creo que puedo concluir que no es por ignorancia. Tal como le responde Deleuze al Crítico Severo, “De todas las interpretaciones posibles, escoges casi siempre la más malvada o la más ruin”, porque lo que buscan estas personas no es “comprender a los otros, sino […] vigilarlos” (Deleuze 2014, 11). Luego Spinoza le reclama: “Dice en primer lugar, que le interesa poco saber de qué nación soy ni qué género de vida llevo. Por supuesto, si lo supiera, no se hubiera convencido tan fácilmente de que yo enseño el ateísmo. Pues los ateos suelen buscar con desmesurado afán las riquezas y los honores, cosa que yo siempre he despreciado, como saben todos los que me conocen” (Spinoza 1988, 286). Es muy interesante esta respuesta por tres razones, en primer lugar no entiende cómo puede alguien separar las creencias de una persona con su “forma de vida” y su contexto, en segundo lugar porque no sitúa la carga de la prueba de que no es un ateo en proposiciones filosóficas sobre Dios sino en cómo muestra su testimonio de fe en su vida, específicamente en el hecho de que no es un ávaro tanto en las riquezas como en la vida intelectual y por último muestra la importancia de que son los otros, su comunidad, los que pueden testimoniar de su fe. Me apresuro a afirmar que esta respuesta puede ser considerada muy menonita y la del pastor menonita muy racionalista.
Creo que Spinoza y sus amigos menonitas mostraron que vivir en la periferia nos sensibiliza y nos permite mirar y actuar de manera diferente a los que están en el poder. Desde aquí es posible ser solidarios con los marginados, negarse a tener un poder político para controlar a los otros, resistir de manera no violenta a las persecuciones, cuestionar las alianza de la iglesia con el estado y crear comunidades alternativas de acogida intelectual y espiritual.
En medio de las críticas, censuras, tradiciones y persecuciones de los judios, católicos, calvinistas, etc., Spinoza encontró una comunidad en la periferia donde podía ser vulnerable. “La periferia más que una virtud per se, es una actitud y disposición de vulnerabilidad e interdependencia al buscar y permitir ser guiados como integrantes de nuestras comunidades de fe por el espíritu” (Zaracho 2021, 163). Esta comunidad le brindó paz, estimuló su intelecto y su alma y le dio la posibilidad económica y espiritual para crear. Esto es lo que puede un cuerpo, el cuerpo que toca y se deja tocar por la amistad.
Bibliografía:
Beltrán, Miquel (1993). El marrano Spinoza y la racionalidad de los colegiantes. Cuadernos Salmantinos de Filosofía. 1993, volumen 20. Páginas 57-71. https://n9.cl/zh36u
Deleuze, Gilles (2014). Conversaciones. Valencia: Pre-textos
—— (2022). Spinoza: Filosofía Práctica. Barcelona: Tusquets Editores
Fix, Andrew (1987). ‘Radical Reformation and Second Reformation in Holland. The Intellectual Consequences of the SixteenthOentury Religion Upheaval and the Coming of a Rational World View’. The SixteenthCentury Journal XVIII, 63-80.
Morales Fredes, Nelson (2021). Buenas nuevas desde América Latina. Lima: Ediciones Puma.
Nadler, Steven (2022). Un libro fraguado en el infierno: El «Tratado teológico-político» de Spinoza. Madrid: Trotta.
Spinoza, Baruch (1968). Tratado de la Reforma del Entendimiento. Universidad de Zulia.
—— (2020). Las cartas del mal. Correspondencia Spinoza-Blijenbergh. Comentario Gilles Deleuze. Editor Florencio Noceti. Traducción Natascha Dolkens Buenos Aires: Editorial Caja Negra. Buenos Aires.
—— (1988). Correspondencia, Carta 50. Introducción, traducción, notas e índices de Atiliano Domínguez. Alianza Editorial: Madrid.
Pac, A. B (2020). Los colegiantes del siglo XVIII: Una comunidad de lectura y escritura. Traslaciones. Revista latinoamericana de Lectura y Escritura, 7(13), 17-35. https://n9.cl/8du6x
Sanz, Víctor (1997). Filosofía y religión en Spinoza. Estudios Filosóficos, 132. https://n9.cl/jejk0
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