Aproximaciones a la espiritualidad andina y anabautista

Regresando al hogar. Regresando al hogar.

¿Cómo se tocan las espiritualidades indígenas y anabautistas? Digo “tocar” porque más que un sistema fijo o estructuras inmutables de pensamiento, ambas espiritualidades son principalmente cuerpos que se mueven entre el rito, la liturgia y la imaginación.

Hay cuatro pilares, cuatro fuerzas que muchas comunidades indígenas sostienen y que son la energía vital de la comunidad andina: “el Munay para el amar, el Ruray para el hacer, el Yachak para el saber, y el Ushay para el poder de la espiritualidad”. Amar, hacer, saber y la espiritualidad comprenden los pilares fundamentales de la vida.

La espiritualidad en el mundo andino es parte de la vida diaria y práctica. La espiritualidad dice mucho de quiénes son ellos como comunidad. La espiritualidad “proviene originalmente de la palabra latina “Spiritus” que significa aliento, viento fuerte indomable, libertad; para las sabidurías insurgentes, el espíritu viene de respirar, pues es esa fuerza vital que une toda la vida”. La espiritualidad entonces remite a la unidad que tenemos con todos los seres y con la naturaleza. La espiritualidad, al enfatizar la noción cósmica de la existencia, que todos estamos relacionados unos con otros, permite que el ser humano no se entienda como un ser aislado sino comprenderse “dentro de una trama de alteridad cósmica, en la interrelación, complementariedad y cosmoconvivencialidad (Yampara) con todos los seres de la ‘cosmunidad’ donde palpita la vida, con los animales, con el mundo material, vegetal y mineral que puebla la naturaleza”. Por esta razón los españoles tuvieron tantos problemas para entender la espiritualidad de los indígenas. En Perú, según Pierre Duviols, “hubo una suerte de Inquisición para los indígenas, aunque no con este nombre, sino con otros varios: extirpación, visita, procesos de idolatrías y hechicerías, casa de Santa Cruz, colegio del Príncipe, etcétera”. No sólo destruían “ídolos” y prohibían ritos, sino fiestas, costumbres, prácticas ancestrales, etc. Los españoles no podían diferenciar muy bien entre las prácticas culturales y las prácticas religiosas porque para el mundo andino no hay tal diferencia. Para las comunidades indígenas es inconcebible separar el aspecto espiritual-religioso de su cotidianeidad. Por eso la extirpación de las idolatrías no solo era una extirpación de prácticas religiosas sino de toda una cultura.

En las comunidades anabautistas, el cristianismo es principalmente discipulado y no simplemente un sistema de creencias. En las iglesias de la reforma radical las prácticas y el discernimiento comunitario son parte fundamental de la vida cristiana. El hacer y creer son inseparables y solo tienen sentido si hay una comunidad que las sustente y les dé sentido. Por eso las Escrituras no son principalmente un libro de reglas, sino un guion que se debe discernir en comunidad para llevarlo a la acción.

La teoría y la práctica tanto para la fe anabautista y la espiritualidad indígena no están separadas y siempre se dan en un contexto comunitario. Esto difiere un poco de la idea de espiritualidad individualista occidental donde la fe es un producto más que está para ser tomado o desechado por el consumidor.

 

La espiritualidad como energía de vida y el Espíritu Santo

La espiritualidad en el mundo andino es una energía creadora de vida de la cual participa toda la naturaleza. La espiritualidad nos une con todos los seres y con la naturaleza. Patricio Guerrero nos dice que la espiritualidad andina busca “esa dimensión que nos acerca a la trascendencia de la existencia; la espiritualidad es esa fuerza, esa energía de vida, ese viento de liberación, que está dentro del alma y aun por encima de ella, que habita y da energía a corporalidades concretas, pero que está más allá de lo que esos cuerpos sienten, piensan, creen, dicen, hacen”.

Para poder analizar el “objeto de estudio” en el mundo occidental tenemos que matar. Reflexionemos en esta afirmación un momento: el mayor conocimiento para el mundo occidental es el conocimiento científico que muchas veces deja de lado la parte espiritual y artística del ser humano. Entonces, para este sistema de pensamiento, el mayor logro es entender el funcionamiento del animal y de lo humano cuando este está muerto. Para sistematizar y para poder estructurar tenemos que inmovilizar y dividir. En este sentido podemos decir que el racionalismo y la ciencia fragmenta la vida para poder estudiarla, mientras que “la espiritualidad tiene una dimensión cósmica, holística, integral e integradora, total y totalizadora, no totalitaria que muestra el orden cósmico de la existencia, en íntima interrelación e interdependencia con todo lo que expresa el milagro de la vida”. Conceptualizar toda la vida puede ser un acto egocéntrico centrado sólo en nosotros los humanos, pero identificarnos con todo el cosmos nos permite recobrar ese sentido de respeto y admiración ante el misterio de todos los seres. “La espiritualidad, como el amor o la esperanza, no es algo que pueda conceptualizarse racionalmente, epistémicamente, sino que debe ser vivida desde la profundidad del corazón”. Para el pensamiento occidental es tan difícil lidiar con el misterio y cuando no entienden algo lo distorsionan para entenderlo o dan por sentado que tiene alguna contradicción y que por lo tanto es inválido. Para el mundo andino y para el cristianismo el misterio es algo bello en lo cual se pueden deleitar. Por eso algunos teólogos de la ortodoxia oriental no pueden entender cómo los occidentales se aproximan a ese ente que llaman Dios mirándolo de frente, parado y sin inmutarse, mientras que ellos se acercan a la deidad de rodillas.

Un escritor decía que “nuestro entrometido intelecto distorsiona las bellas formas de las cosas. Asesinamos para hacer una disección.”. La ciencia sólo analiza y describe la parte material pero deja de lado “el amor, la alegría, la belleza, la intuición, la creatividad, la afectividad, la esperanza”.

Desde el anabautismo, esa fuerza creadora y unificadora que guía y sorprende es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo nos capacita como discípulos de Cristo para, como decía Menno Simons: “nos libre de pecado, nos de valentía y nos haga alegres, pacíficos, piadosos y santos”. Sin embargo, tal como la comunidad cristiana en el libro de Hechos de los Apóstoles, principalmente se debe experimentar, dejarnos tocar por el viento, por el Espíritu que “sopla donde quiere”.

Aquí solo se ha presentado algunos de los muchos elementos que tienen en común la espiritualidad anabautista e indígena y aunque hay todavía muchos matices que precisar, algunas comunidades ya han empezado el diálogo y el trabajo en conjunto. Pero esas experiencias en concreto del mover del Espíritu Santo y de la energía de la espiritualidad andina ya es tema para otro artículo.

 

 

 


Bibliografía y textos consultados:

Becker, Palmer. 2017. La esencia del anabautismo. Harrisonburg: Herald Press.

Duviols, Pierre. 2003. Procesos y Visitas de Idolatrías. Cajatambo, siglo XVII. Lima: Fondo ———-Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Guerrero Patricio. 2016. Colonialidad del saber e insurgencia de las sabidurías otras: ——Corazonar las epistemologías hegemónicas, como respuesta de insurgencia ——(de)colonial. Quito: UASB. Recogido de: ——http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/5139/1/TD067-DECLA-Guerrero-C————orazonar.pdf

Millones, Luis. 1990. El retorno de las huacas. Lima, Instituto de Estudios Peruanos y ———-Sociedad Peruana de Psicoanálisis.

 

 

 

Jonathan Minchala Flores

Jonathan Minchala Flores estudió grado y posgrado en comunicación, literatura y estudios de la cultura. Actualmente está haciendo un Doctorado Read More

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