Dolor con propósito

Foto tomada por Guisela Bravo en la serrania de Santiago de Chiquitos. Foto tomada por Guisela Bravo en la serrania de Santiago de Chiquitos.

“El dolor tiene un propósito. Sin el dolor corremos el riesgo de hacernos daño o dañar a otras personas. No puedes cuidar de algo que no sientes”. Esta es una de las líneas escritas en el libro The Faraway Nearby de Rebecca Solnit, donde habla sobre la lepra. En su libro, Solnit hace la comparación de la falta de empatía a la lepra – una clase de lepra social. El salir de nuestra área de confort nos da otra perspectiva y nos hace percibir lo que está pasando a nuestro alrededor, incluyendo el dolor. A través de los evangelios, podemos ver como Jesús llevó a sus discípulos a conocer sobre el dolor de las otras personas, no solo los que sufren por la pobreza o el hambre, sino también el dolor de los ricos y los religiosos.

La humanidad puede ser muy ajena al dolor de los demás, porque es más fácil no querer ver esas necesidades y ese dolor que no nos pertenece. Dios ha puesto en nuestros cuerpos herramientas que podemos usar, como lo son el dolor y la empatía, para caminar con aquellas personas que necesitan nuestro apoyo. Lo cual es bíblico, pues en Gálatas 6:2 nos dice “Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo.”

En su libro, Solnit  también  menciona que la lepra puede causar mucho dolor y de igual manera, también puede que no deje sentir nada. Por lo que se van muriendo partes del cuerpo llegando a perderlas totalmente. De esta manera el dolor también nos protege. Por ejemplo, si se nos mete algo en el ojo, hacemos algo para sacarlo, porque nos causa molestia y dolor. El dolor nos establece un límite, es decir el dolor tiene una buena función en nuestro cuerpo, nos deja saber que algo no está bien y necesita cuidado.

Muchas veces nosotros no podemos sentir el dolor de otras personas directamente, así que  otro factor muy importante es la empatía. Jesus enseñó en sus parábolas y en el día a día con sus discípulos lo importante de acercarse a los que sufren, lo cual resulta desarrollando la empatía. Empatía es la capacidad de sentir lo que la otra persona siente. Es un dolor indirecto, sentir sin experimentar el dolor físicamente, que también ayuda a cultivar el amor al prójimo. Y eso es lo que Jesus quería que sus discípulos reflejen, salir y buscar ese dolor de los demás, hacerlos suyo y curar esas heridas sabiendo que la persona no está en soledad, que hay personas a su alrededor que los acompañan y que demuestran su amor. En Romanos 12:15 se nos invita a caminar en comunidad y apoyarnos – “Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran.”

Las personas estamos diseñadas para ser empáticas, está en nuestra naturaleza. Dios nos dió la habilidad para conectarnos con el dolor de los demás y colocó en nuestro cerebro unas neuronas llamadas neuronas espejo. Según la ciencia, “Las neuronas espejo permiten a los humanos comprender los sentimientos de los demás y establecer conexiones entre otras personas. Cuando una persona observa a otra actuar, pensar o sentir se producen pequeños disparos eléctricos en el cerebro que activan esa señal recibida. Juegan un papel importante en la imitación, el aprendizaje y la empatía.”

Es claro que los discípulos aprendieron las lecciones y desarrollaron empatía y sintieron el dolor del mundo. En el libro de Hechos, cuando Jesus asciende al cielo, el Espíritu Santo desciende y les guía, y los discípulos actúan ya habiendo aprendido las lecciones de Jesus, con empatía como Jesús les enseñó. En ese momento comienzan a responder a las necesidades de la comunidad, al dolor y a la enfermedad (Hechos 2:44-47).

El dolor, el cual muchas veces vemos como algo malo, nos permite acercarnos los unos a los otros. El ser empáticos y sentir el dolor ajeno nos permite crear comunidad y llevar nuestras necesidades los unos con los otros, así como los discípulos hicieron a través de las enseñanzas de Jesus. En cambio  la apatía, que es contrario a la empatía, puede ser como la lepra, una enfermedad que va carcomiendo el cuerpo y no permite sentir. Dios nos ha dado las herramientas en nuestro cuerpo y cerebro, y también nos da el ejemplo por medio de Jesús a estar cerca de los que sufren y de esa manera cumplir la ley de Cristo, ayudándonos los unos a los otros, como lo dice Galatas.

 

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