El anabautismo: No a la religión Imperial

"Recepción de los embajadores de Siam ante Napoleón III" (1865) por J.L. Gérôme “Recepción de los embajadores de Siam ante Napoleón III” (1865) por J.L. Gérôme

No sé muy bien de dónde surgió un dicho que se oía frecuentemente en boca de mi padre:

“Pero quién se cree; ¿la reina Carlota?”

Ya he leído varios materiales sobre esta reina Inglesa, pero aún no comprendo exactamente a qué característica de Carlota se refiere el dicho.

Hace unos días leí un interesante artículo de Jesse Steven Wheeler titulado: “Rechazando la religión imperial: Sobre los 500 años del anabaptismo”  (Wheeler es Teólogo e Historiador Bautista, especializado en cuestiones sobre Oriente Medio)

En el artículo va narrando cuestiones muy interesantes referente a las actitudes de los anabautistas del siglo XVI ante los poderes imperiales de la época. Dice:

“Es la alianza impía de poder coercitivo, territorialismo, identidad de grupo y creencias ideológicas la que define la religión imperial. Y la religión imperial se opone al reinado del mesías crucificado; Jesús interrumpió y denunció continuamente esta alianza letal tal como se expresaba en su comunidad etnoreligiosa del siglo I y, como resultado, provocaría la ira de sus líderes. Como nos informa la teóloga comparada Ida Glaser: «[El Nuevo Testamento] desafía a todas las religiones: rompe los vínculos entre religión y territorio, y entre religión y poder, incluso con mayor fuerza que el exilio… e inaugura un pueblo cuya identidad no depende del Estado ni de la tierra».”

Wheeler continúa analizando el tema, aclarando que los anabautistas no se oponían a los reyes como institución de gobierno, pero presenta la realidad del uso de la violencia por parte del estado y de la religión imperante, contrastando con el pacifismo y el rechazo de cualquier tipo de fuerza (armas, física o psicológica) presentada como valor esencial por Jesús, y por la iglesia del Nuevo Testamento, y también por los anabautistas.

Tristemente, es de señalar que en su gran mayoría, todos los imperios de este mundo, desde la Torre de Babel como prototipo, pasando por cada época de la historia de la humanidad, han utilizado el poder de forma opresora y violenta. Hace algunos años, cuando estudiaba la carrera de Periodismo en Paraguay, en la materia Ensayo II, nos entregaron la tarea de leer el libro “Yo el supremo” de Augusto Roa Bastos, que es una novela sobre el dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, quién gobernó con mano de hierro el Paraguay (Dictador Supremo y Perpetuo) entre 1814 y 1840. El escrito me dió la fama de “escritor” prematuramente, el año 2005. Pueden leerlo íntegramente: Ensayo sobre el libro “Yo el Supremo” de Augusto Roa Bastos. Los abusos del poder siempre traen consecuencias negativas.

Fuera de que es una novela, con componentes de la historia real de Francia, pienso que este asunto del “poder supremo” puede ser aplicado a cualquier imperio y sus gobernantes, en el pasado, presente o futuro, y pienso específicamente en el poder supremo de Donald Trump en estos momentos. Claro que no es mi intención meterme en politiquería, pero mi intuición me dice que como anabautistas deberíamos analizar muy seriamente nuestra historia como movimiento, y pensar en cómo deberíamos actuar ante cualquier tipo de violencia por parte del poder imperial en la actualidad. Y esto debería ser un ejercicio constante. No podemos quedarnos con los brazos cruzados cuando cualquier persona, sin importar quién sea, esté sufriendo cualquier tipo de violencia.

Comparto algunos párrafos de mi ensayo:

“Un problema en que todos estamos inmersos, es el tema de los abusos del poder. Los abusos del poder siempre traen consecuencias negativas”.

Y aclaro lo siguiente:

“En todo análisis, sea histórico, educacional, político, psicológico, o epistemológico, nos encontramos con exponentes que defienden la posturas sobre cuál debería ser la forma correcta de ejercer el poder. Encontramos allí a los representantes que defienden “la varita de guayaba” hasta los que amparan “la pena capital”. Por otro lado están los que dicen que “a los niños no hay que decirle que esto está bien, o esto está mal, sino que hay que dejarles que ellos decidan”, y los que defienden “los derechos humanos”, no importa qué es lo que un criminal haya hecho”.

Abusos de poder y señales peligrosas en la personalidad del Supremo

“Me llama la atención en la personalidad del Supremo, algunos fuertes sentimientos de frustración y conflictos emocionales no solucionados, posiblemente por una infancia infeliz del personaje (Dr. Francia), donde éste no tenía una clara identidad personal ni familiar. En el libro Roa Bastos se puede ver un conflicto básico clave, una oposición binaria de los valores: amor y perdón vs. odio y amargura.

Muchos conflictos no resueltos pueden llevar a cualquier ser humano a una mala utilización del poder. Lo vimos muchas veces durante la historia de la humanidad. Hemos leído sobre los conflictos de personalidad de Alejandro Magno. Lo vimos en el Káiser. Muchos políticos de hoy en Paraguay y en toda América Latina tienen estos conflictos no resueltos (esto es solo mi opinión)….

Me tomo la libertad de hacer un análisis sobre los peligros del poder, donde se reúne todo el poder, en una sola persona, que deliberadamente asume sobre sí las prerrogativas de accionar en todas las decisiones, en todos los juicios, y en las leyes, en todo, todo y todo. No en los 3 poderes del Estado, sino en los 3 todos del todo.

Una persona no puede ser suficiente para controlar todo. Un dilema para un dictador es el margen de error de todo ser humano, que se agranda muchísimo si pretende tener todas las responsabilidades sobre sí. No se debe considerar que la mente de uno, o de unos pocos sea suficiente. El juicio individual no es supremo. No todos pueden ser gobernantes, pero los gobernantes deben ser fieles en el sentido de atender y respetar la voz de la mayoría. Creo que actualmente los gobernantes escuchan solamente las voces de algunos pocos. 

El que mucho abarca, poco aprieta. Ya lo señaló el Supremo, que él tenía que hacerlo todo. Me parece que cuando uno espera que el gobierno resuelva hasta los más mínimos problemas, es muy fácil después de un tiempo echar nuestras culpas sobre “el gobierno”. Se termina no haciendo nada. Pueblos que no desarrollan líderes para el mañana, terminan pereciendo por el camino…

El mayor peligro de tener todo el poder, es uno mismo. El orgullo, la soberbia, el espíritu de autoridad, hacen que cualquier ser humano que se atribuya todo el poder vaya por mal camino. Dejar de lado a los demás, incluso a Dios, lleva a tener una falsa imagen de uno mismo. Siempre debemos recordar que somos seres de carne y hueso, que debemos reconocer nuestros errores y debilidades…

La historia nos demuestra que el poder dictatorial no lleva a nada bueno. Tanto la historia de milenios atrás, como las más recientes, revelan los abusos de poder de las dictaduras. Los paraguayos lo hemos experimentado en carne propia durante los 34 años de absolutismo. El poder despótico que se desarrolló en esas décadas, puso a hombres corruptos, mentirosos y criminales en el lugar de casi dioses. Muchos de los estragos causados por esos personajes posiblemente llevaron a nuestro país a la situación actual”.

Culminando

Pienso que estamos ante una única oportunidad, posiblemente, los teólogos, periodistas, historiadores y politólogos, también los psicólogos, la de poder analizar diariamente el tema del uso y abuso del poder, especialmente cuando la ultra derecha, con mano de hierro está tomando posiciones impensadas hasta hace solamente unos pocos años.

Me dirán, que la gente lo eligió, que Dios le salvó la vida, y bla bla bla. Pero de esto, hace rato que no teníamos nada parecido.

Muchos en mi país (Paraguay) rechazan cualquier actitud de “mano dura” de parte de cualquier organismo del Estado. Otros piden con gritos y bombas que vuelva “la dictadura”. Creo que el tema del poder es mucho más serio que una cuestión de colores, banderitas, gritos y discursos acalorados.

Desde hace un par de años también tenemos aquí un Congreso de la Nación manejado por un dictadorcillo sentado en un quincho, pero aún las cosas no se han puesto tan bravas como en otras partes del mundo.

Mientras tanto continúa la epidemia de feminicidios, y existen muchos otros tipos de violencias, donde deberíamos tomar postura y no solo esto, proponer también soluciones. Por sobre todo, deberíamos erradicar todo tipo de imperialismo en nuestras iglesias, en los colegios, los hospitales y cualquier otra institución anabautista.

Nuestros niños deben ser educados con la idea clara de que ellos nunca deberían ser “emperadores”; y cada creyente, miembro de iglesia debería comprometerse firmemente ante la comunidad a renunciar al uso de la violencia en todos los ámbitos de la vida.

Concluyo en mi ensayo, (el de “Yo el supremo”) y también este escrito con lo siguiente:

“Lo más importante en cualquier sociedad, es el ejercicio de la paz y la justicia, en un marco de amor y esperanza”… Por supuesto, siguiendo a Jesús, el mayor anti-imperialista y pacifista de la historia humana.

 

 

Fotografía: “Recepción de los embajadores de Siam ante Napoleón III” (1865) por J.L. Gérôme

 

Wolfgang Streich

Es Lic. en Periodismo y Bachiller en Teología. Está casado con Ruth y viven en Asunción, Paraguay. Miembro de la Read More

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