El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra

Foto tomada por Guisela Bravo. Foto tomada por Guisela Bravo.

¿Qué es el pecado?

Es una transgresión que no está dentro de lo establecido por Dios.

Es la desobediencia a los mandatos de Dios.

Es hacer algo que está en contra de la voluntad de Dios.

Cualquier cosa que me aleje de Dios.

Lo que me quita la comunión con Dios.

Acciones que cometemos y nos alejan de la presencia de Dios.

Hice esta pregunta a algunas personas al azar y recibí estas respuestas , y se me vino a la mente este pasaje de la biblia que podemos encontrar en San Juan 8:1-11, que habla sobre una mujer que cometió pecado de adulterio y fue llevada ante Jesús por los escribas y fariseos que eran representantes de la ley. Ellos dijeron a Jesús que la mujer debería ser apedreada porque la ley lo establecía así. Jesús en ese momento estaba inclinado escribiendo en la tierra y dice que ellos insistían en que ella debería ser apedreada, entonces Jesús enderezándose dijo que el primero que estaba libre de pecado le arroje la piedra, y Jesús se volvió a inclinar y siguió escribiendo en la tierra. En ese momento ellos empezaron a salir uno a uno avergonzados por su conciencia. Cuando Jesús se volvió hacia la mujer le pregunta: ¿Y dónde están los hombres que te acusaban? ¿No te condenaron? Entonces ella responde que todos se habían ido. Entonces Jesús le dice que Él tampoco la condenaba, que se podía ir y que no peque más.

Imagino este pasaje en mi cabeza y veo a los escribas y fariseos llevando a esta mujer con insultos, odio, burlas y empujones; y esta mujer sintiéndose sola, despreciada, avergonzada y llena de temor porque sabía cuál sería su fin.

Y luego veo a Jesús tan sencillo, tal vez distraído en lo que escribía o dibujaba en la tierra. Y estos hombres eufóricos esperando que Jesús les dé la razón, esperando que Jesús sea justo ante la ley. ¿Pero qué hizo Jesús? Primero no les dio mucha importancia a lo que ellos decían, como se dice, no le metió más leña al fuego. Pero al escuchar que los fariseos insistían en que la mujer debería ser condenada por su pecado, Él se enderezó y me imagino que lo dijo de una manera segura y con  autoridad, “entonces arroje la piedra el que esté libre de pecado”. Veo a estos fariseos mirándose unos a otros desconcertados con la respuesta de Jesús y con el peso de su conciencia que no les permitió seguir acusándola y solo les quedó salir avergonzados. Por otro lado me imagino a la mujer agradecida y aliviada, sintiéndose libre y al mismo tiempo protegida por Jesús que no la juzgó por su pecado sino que le dijo que era libre de su pecado y que estaba perdonada.

Dios es un Dios de oportunidades de nuevos comienzos, de esperanza y sobre todo es un Dios de amor. Esta frase que Dios es amor tal vez la hemos escuchado muchas veces y vuelvo a pensar en la pregunta, ¿qué es el  pecado?, y el pecado es lo que nos aleja de Él. Entonces el pecado nos aleja del amor de Dios. De ese amor puro y sincero, el único en el mundo que es real, y estando cerca de ese amor podemos reflejar a los demás. Así como cuando perdonamos de corazón, cuando perdonamos con ese amor sobrenatural de Dios.

Muchas veces la acción es olvidar la ofensa, pero hay quienes cultivan ese error para recordarlo en cada momento y hacer sentir mal al que cometió esa transgresión.

Conocemos el amor de Dios pero no actuamos con amor, sino como esos escribas y fariseos condenamos con prejuicios queriendo lanzar la piedra, olvidándonos que hay pecados dentro de nuestro corazón que tratamos de no verlos ni aceptarlos. Dios conoce nuestro corazón y nuestros pecados, esos actos que nos alejan de su amor. Y es ahí cuando podemos ver cómo nos ve el mundo y cómo nos ve Dios, porque el pecado tiene consecuencias pero Dios nunca niega el perdón, ese perdón lleno de amor eterno.

Dios no ama el pecado, ama al pecador y quiere que se arrepientan y se perdonen y perdonen a los que le ofendieron.

Las personas pueden acusarte pero tenemos un Padre al que podemos ir sin ser despreciados. Dios es amor es un Padre de perdón, de nuevas oportunidades, de un nuevo reinicio.

Jesús no condenó a la mujer sino que murió por ella y por los que la acusaban. Murió por toda la humanidad. Su gracia y amor nos da esperanza.

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