Continuando con mi artículo anterior, sobre las imágenes de Jesús.
Quisiera seguir compartiendo sobre las las imágenes con las que hemos crecido, en las que hemos asumido que Jesús era un hombre caucásico y de rasgos extraordinariamente andróginos, dependiendo de que movimiento de pintura estemos estudiando. Pero la realidad detrás de estas imágenes va más allá de un gusto renacentista o barroco de nuestro ideal colectivo de como se miraba Jesús. ¿Qué impacto ha tenido en nosotros y nosotras, de estas latitudes, que somos mestizos, indígenas o afrodescendientes estas imágenes de un hombre blanco y que al mismo tiempo han sido perpetuadas en la iglesia? Por lo que la pregunta que me surge es: ¿Se puede hablar de racismo en nuestras iglesias? La pregunta puede parecer rara e incómoda, pero muy válida.
Nuestra realidad.
Nicaragua es un país multiétnico y multilinguistico aunque pregona de hablar sólo español, ser 100% cristiano, y mestizo. Interesantemente estos atributos sólo pudieran describir una región del país, el pacífico, pero no toda Nicaragua. Porque en Nicaragua se habla español, inglés, creole, misquito, sumo y rama. También hay iglesias protestantes, moravas, luteranas e indígenas. No cometemos asesinatos basados en raza pero es muy probable que desconfiemos y acusemos de ello a personas indígenas o afrodescendientes si estas son minorías en nuestras localidades mestizas. Peor aún, guardamos silencio ante las masacres, destierros y colonización de tierras a comunidades indígenas y afrodescendientes. Por mencionar unos cuantos: el caso del indio maíz, dónde colonos (gente del pacifico) han invadido territorios de comunidades indígenas; o el caso de las comunidades misquitas, dónde se han asesinado líderes comunitarios, hombres y mujeres por persecución política. Esto es sólo mencionar puntas de iceberg en nuestra cultura que están ahí y son tan evidentes, pero el iceberg completo sucede en el interior de nuestras sociedades e iglesias.
En el llamado colorismo, una forma sutil o quizás no tanto, discriminamos y hacemos bullying a las personas por su color de piel. Esto lo hacemos todas las veces que le decimos a una niña indígena o negra que debe ser más clara, más blanca para ser más bonita, porque “la mitad de la hermosura de una mujer está en serlo “ o cuando decimos “que se debe mejorar la raza”. Perpetuamos el colorismo todas las veces que seguimos la broma y nos burlamos de la persona negra de nuestro grupito en el trabajo o la universidad, o todas las veces que nos reímos de la forma de hablar de un indígena o persona afrodescendiente, su vestimenta, su personalidad u aspecto y lo comparamos con animales o usamos la frase “no seas indio” como ofensa.
Las iglesias no son ajenas a esto, espejo y a veces rectoras de nuestro comportamiento social.
¿De dónde vienen estos micro racismos o imaginarios colectivos en los que nos creemos superiores, de alguna manera que los grupos indígenas y afrodescendientes en Nicaragua y en toda América Latina? La más grande razón, quizás, es que seguimos teniendo una visión colonialista de nuestra identidad. El colonialismo es la visión que se tiene de que un grupo es mejor que otro, y que a base de esto se debe imponer el poder sobre los considerados “débiles”.
La academia lo define así: “El colonialismo es un sistema político y económico que es impuesto por un país o Estado dominante al invadir otro territorio (colonia) para explotarlo, tomando para sí sus riquezas, región, recursos, entre otros”.
Esta definición con la que podemos ubicar al proceso colonizante de Europa al nuevo mundo hace miles de año sigue vigente en el nuevo colonialismo y sus diferentes formas en las que una cultura, un grupo determinado que ostenta el poder subyuga a otros que no lo tienen. Este poder históricamente ha sido heredado y generalmente ejercido por grupos de poder, que da acceso y pone en el centro al hombre blanco heterosexual.
Creemos que América Latina es mestiza. ¿Qué significa ser mestizo? Una persona color claro ¿más blanca que negra? ¿más blanca que indígena? En ese imaginario “Mestizo” sólo existe el descendiente del blanco español y la india violada, pero nos olvidamos por completo de los pueblos indígenas que resistieron y siguen resistiendo a perder su identidad. Los pueblos mayas, incas, aztecas que hoy todavía sobreviven pero que el colonialismo, hoy más que nunca vigente, les ha explotado y puesto es minoría cuando son la mayoría. Esto sucede en Mexico, Guatemala, Perú, Ecuador y Bolivia y en muchas partes de nuestros países de América Latina. Por ejemplo en Costa Rica: los pueblos afrodescendientes exiliados presos en sus propios países, hasta hace poco los afrocaribeños, proveniente de Limón y toda la zona costera, pudieron ingresar a San José, el caso de sus pueblos indígenas de los que poco se sabe y viven en extrema pobreza olvidados por el gobierno un mismo patrón que se repite. Los pueblos indígenas y afrodescendientes en Honduras, Colombia, Ecuador y que decir del emblemático Haití, primer país en lograr su independencia en el nuevo mundo, y tener el primer rey negro de la historia, hoy convertido en el país más pobre de América Latina.
Ante esta triste realidad no nos podemos quedar callados. Nicaragua y América Latina también tienen que abolir el racismo sistémico en el cual estamos enraizados. Necesitamos reconocer a nuestros pueblos indígenas y afrodescendientes y darles el espacio y la voz que merecen, además de predicar al Cristo encarnado en nuestros pueblos que comen maíz, con color de piel dorado y oscuro, y que tocan la marimba.
Necesitamos releer nuestra historia, ubicarnos en qué lado estamos, ¿del lado del poder o del lado del oprimido? Hablamos aquí de releer nuestra historia desde una postura descolonizante y repensar en el colorismo y racismo vigente en todas nuestras estructuras incluida la iglesia. En ese sentido un ejercicio que para mi ha sido muy significativo ha sido escuhar la música campesina. Esta canción escrita por un cantautor Nicaraguense,nos acerca al Jesús histórico y humano. Re escribe los versículos biblicos y pone de transfondo la historia centroamáericana. Dios reencarnada en esta.
Vos sos el Dios de los pobres,
el Dios humano y sencillo,
el Dios que suda en la calle,
el Dios de rostro curtido,
por eso es que te hablo yo
así como habla mi pueblo,
porque sos el Dios obrero,
el Cristo trabajador.
Vos vas de la mano con mi gente,
luchas en el campo y la ciudad
haces fila allá en el campamento
para que te paguen tu jornal.
Vos comés raspado allá en el parque
con Eusebio, Pancho y Juan José,
y hasta protestás por el sirope
cuando no te le echan mucha miel.
Vos sos el Dios de los pobres…
Yo te he visto en una pulpería
instalado en un caramanchel,
te he visto vendiendo lotería
sin que te avergüence ese papel.
Yo te he visto en las gasolineras
chequeando las llantas de un camión,
y hasta petroleando carreteras
con guantes de cuero y overol.
Vos sos el Dios de los pobres. (de la Misa campesina, escrita por Carlos Mejía Godoy)
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