“La paz no puede aterrizar porque un tirano la cegó”: Reflexiones teológicas en torno al paro nacional de Ecuador 2022

Foto por Carolina Zambrano Foto por Carolina Zambrano

El pecado de Sodoma fue el egoísmo. A pesar de tener “abundancia de alimentos y de gozar de comodidad (…)  nunca ayudaron al pobre y al necesitado” (Ezequiel 16:49). El propio Jesús, haciéndose eco de lo dicho en Isaías, en su primer sermón público afirma: 

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos (Lucas 4:18). 

A lo largo de todas las Escrituras vemos también que la hospitalidad es un distintivo y un requisito de cualquier comunidad o persona que se precie de ser un seguidor de Cristo. Esta breve introducción es solo para situar la siguiente pregunta: ¿Qué papel juega la iglesia en un contexto de violencia estructural donde los oprimidos y pobres deciden salir a las calles a reclamar sus derechos y una vida digna para ellos/as y sus hijos e hijas? Resultaría muy extraño, teniendo en cuenta estos pasajes, que existan cristianos que criminalicen las protestas y movilizaciones justas de un pueblo harto de las injusticias, violencias, corrupción y marginalización. Sin embargo esto fue lo que sucedió en muchas iglesias en Ecuador en el paro nacional que comenzó el 13 de junio y que finalizó el 30 del mismo mes. La CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), la FEINE (Consejo de Pueblos y Organizaciones Indígenas Evangélicas del Ecuador) y la FENOCIN (Federación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras del Ecuador) entre otras, convocaron una marcha nacional para exigirle al gobierno nacional que responda 10 peticiones. Entre esos puntos estaban: Reducción del precio de los combustibles, precios justos en los productos del campo, empleo y derechos laborales, moratoria a la ampliación de la frontera extractiva minera/petrolera, auditoría y reparación integral por los impactos socioambientales, educación intercultural bilingüe, justicia indígena, organización y autodeterminación de pueblos indígenas, alto a la privatización de los sectores estratégicos, políticas de control de precios y la especulación en el mercado de los productos de primera necesidad, presupuesto urgente frente al desabastecimiento de los hospitales por falta de medicinas y personal, garantizar el acceso de la juventud a la educación superior y mejoramiento de la infraestructura en escuelas, colegios y universidades, seguridad, protección y generación de políticas públicas efectivas para frenar la ola de violencia. Todos estos puntos son exigencias básicas que cualquier pueblo merece y no un capricho de “indígenas vagos e ignorantes”, como algunas “personas de bien” los han llamado. 

Como anabautistas trabajamos por la paz y buscamos la reconciliación pero siempre teniendo en cuenta la máxima cristiana de que “la paz es fruto de la justicia” (Isaías 32:17). Sino hay justicia, cualquier supuesta paz a la que arribemos será una simple pasividad y será siempre a costa de las vidas de otras personas. Hay un poster que tengo pegado en mi aula donde doy clase, que lo compré en el Museo del Estallido Social de octubre de 2019 en Santiago de Chile que dice: La paz no puede aterrizar porque un tirano la cegó. Por eso cuando un grupo muy reducido de personas convocan una “marcha por la paz” en la capital del Ecuador contra el paro nacional no logran o no quieren ver que esa supuesta paz o normalidad a la que quieren llegar significa precarización y hambre para muchas comunidades indígenas. Algunas personas que salieron a estas “marchas por la paz” incluso participaron en insultos racistas, abogaron para que se use más violencia contra los manifestantes, rindieron homenaje a los policías mientras desfilaron en sus carros e incluso crearon un diseño de camisetas (el lucro ante todo) que decía “Fuck Empathy” para animar a los capitalinos a ser menos empáticos contra los supuestos delincuentes comunistas indígenas. 

En este contexto se hicieron urgentes pronunciamientos como el de la iglesia Cristiana Anabautista Menonita del Ecuador (ICAME) sobre el paro nacional. En el escrito se reconoce y aplaude “la valentía del Pueblo Indígena que alza su voz y está al frente siempre cuando se trata de defender los derechos de todo un país” y hace un llamado a buscar “caminos de paz, de diálogo, de acuerdos justos, de respuestas concretas a las demandas del pueblo y de no criminalizar el derecho legítimo a la protesta y resistencia de los pueblos. […] Desde nuestros principios y valores defenderemos la causa de los más necesitados, de los oprimidos. […] Creemos que la paz que el Ecuador necesita en estos momentos, es una paz duradera, basada en la justicia social y la promoción de una vida digna”.

Este paro nacional no fue un “paro de los indígenas” sino una protesta social que incluyó a varios colectivos sociales. En la Universidad Central del Ecuador, luego de la marcha de las mujeres en apoyo al paro nacional, Nayra Chalán, vicepresidenta de la Ecuarunari, agradeció a las compañeras feministas y las disidencias sexuales. “En este grito y en esta lucha nos reivindicamos como una latinoamericana que crece cada día y no está dispuesta a ser colonia ni China ni de Estados Unidos”. Por su lado el presidente de la CONAIE, Leonidas Iza, afirmó que no se está defendiendo la tesis de una persona sino una lucha colectiva. “Mientras nuestra economía esté jodida, mientras las relaciones estén jodidas y mientras el racismo y la discriminación, como hemos visto que se ha profundizado, jamás se acabará la lucha”. Afirmó también que ese Jesús que quieren ubicar junto a la élite de este país, hace 2022 años no estaba de acuerdo con las injusticias y la superioridad de unos humanos sobre otros.

En medio de todo este contexto de violencia es lamentable cómo algunas comunidades cristianas cerraron sus puertas a las y los hermanos indígenas que venían con sus hijos e hijas en busca de un lugar para poder dormir. La abogada Mayra Soria, de la Red Ecuatoriana de Fe, en un comunicado en sus redes sociales reflexiona sobre el tema de la hospitalidad y dice que:

La hospitalidad en la biblia es un tema transversal tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. Ser hospitalario es característica propia de un/a cristiano/a. ¿Cómo respondieron las comunidades religiosas en esta última crisis social en Quito? Las Hermanas Lauritas respondieron acogiendo, atendiendo, cuidando al forestero/a, ayudaron a construir el diálogo y  velaron por la Paz. Otras comunidades en cambio como un caso particular que conozco cerraron la puerta en la cara a 100 niños y niñas, se negaron a acogerlos teniendo coliseo templo, aulas y cocina comunitaria.

Es triste constatar que muchas iglesias se han situado junto al poder estatal o en el mejor de los casos en una posición de privilegio donde no quieren incomodarse o entrar en controversia y deciden traicionar la misión y el evangelio de Jesús. Algunas incluso llegan a justificar su cobardía y pecado de injusticia usando pasajes como Romanos 13 donde habla de someterse a la autoridad de gobierno olvidando que el contexto habla de una autoridad que hace el bien, que previamente nos manda a ser hospitalarios y amar al prójimo. 

Quedan algunas preguntas difíciles de responder, por ejemplo, ¿cómo podemos responder como cristianos que creen en la resistencia no violenta a una bomba lacrimógena que cae a los pies de una compañera que marcha a mi lado? ¿Cómo dialogamos con otras comunidades cristianas que sí creen en el uso de la violencia en un contexto de revolución contra las injusticias? Estas preguntas son importantes pero solo podemos ser capaces de responder fielmente como cristianos si aceptamos primero que tenemos una misión clara que no permite que nos situemos del lado de los poderosos que explotan a sus pueblos.

Jonathan Minchala Flores

Jonathan Minchala Flores estudió grado y posgrado en comunicación, literatura y estudios de la cultura. Actualmente está haciendo un Doctorado Read More

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