¿Los menonitas le cantan al Estado – Nación?

Banda de Pueblo de Cotopaxi en los exteriores de la Universidad Salesiana. Quito, 28 de junio de 2022. Foto de Carolina Zambrano. Banda de Pueblo de Cotopaxi en los exteriores de la Universidad Salesiana. Quito, 28 de junio de 2022. Foto de Carolina Zambrano.

“Lo que proponen los lenguajes nacional-judeocristianos agitando la bandera de la ruptura y la rebelión social no puede llamarse política, sino guerra. La militarización de todas las relaciones sociales. La transformación del ágora en espacio vigilado. Cerrar las fronteras, capturar úteros, expulsar a los extranjeros y emigrantes, negarles trabajo, habitación, sanidad, erradicar judíos, islamistas, negros, encerrar o exterminar homosexuales, transexuales…”

Paul B. Preciado

 

En varias ocasiones he tenido que explicar que, aunque me identifico con la teología anabautista-menonita, no monto carreta a caballo ni uso sombrero y tirantes. Esas mismas personas señalan, inmediatamente después, que la forma de entender mi relación con el estado tiene connotaciones anarquistas.

Mucho antes de congregarme en una Iglesia Menonita me encontré con el libro ¿Quién le canta al estado nación?: lenguaje, política, pertenencia de Judith Butler y Gayatri Chakravorty Spivak. Estas autoras entienden el Estado-nación no solo como una institución política, sino como un aparato subjetivo que forma la identidad colectiva y configura la subjetividad de los habitantes. El libro termina cuestionando el poder que tiene el Estado-nación y proveyendo formas de resistencia al poder estatal. Algunos teólogos anabautistas, como Tripp York y Chris Huebner, han seguido esta misma línea crítica y dedicaron su libro El don de la diferencia: ortodoxia radical, reforma radical, a quienes fueron la ocasión para que se conocieran: Stanley Hauerwas y el grupo musical canadiense Propagandhi.

A Hauerwas lo conocí por medio de un amigo chileno, Luis Marcos Tapia, pero no lo leí en ese momento. Luego, otro chileno me dijo que debería leerlo, no lo leí. Más tarde, el algoritmo de Facebook me lo sugirió, y bueno, me dijeron que tenía que responder: “Habla, porque tu siervo oye”. Sin embargo, no quiero hablar de don Hauerwas. Es vergonzoso todas las veces que lo he citado en tesis de grado, artículos en esta misma revista y en conversaciones cotidianas, digamos, después de la primera copa de vino o inclusive para romper el hielo en algún silencio incómodo: “Sabes que Stanley Hauerwas dice que somos demasiado perversos para leer la Biblia solos y que no le llama la atención una religión que no esté interesada en sus genitales”. Así que hoy quiero hablar del grupo hardcore punk Propagandhi, conocido por sus canciones que apoyan causas de izquierda y anarquistas. Específicamente, quiero comentar cuantos versos de la canción “Dear Coach’s Corner” (puede escucharla mientras lee el artículo).

Cuenta la historia de un tío que le escribe al entrenador de su sobrina preguntándole por los ritos de honor que realizan a la bandera de Estados Unidos antes del partido de hockey, (da igual si es fútbol, baseball, baloncesto, etc.). Se pregunta cuál es la diferencia entre:

“estos ritos obligatorios de sumisión en grupo antes de los partidos

Y los mítines de Nuremberg”

El tío menciona que respeta este deporte y que ha sido parte importante de su niñez. Apela al amor que ambos sienten por este deporte para pedirle una explicación de por qué tienen que manchar el juego con una especie de liturgia política-religiosa. Es consciente de que la historia del juego está conectada con esta clase de rituales a la patria, pero para él es más vital replantearse el mundo en que queremos vivir.

Y la canción termina con estas siguientes palabras proféticas:

“Se necesita un pueblo para criar a un niño,

Y solo una bandera para arrasar con ellos

Hasta que no sean más que esclavos cumpliendo un sueño

 

El sueño de un viejo amargado sobre cómo debe ser el paraíso

Complejidad, reducida a blanco y negro

 

¿Cómo protejo a mi sobrina de este culto a la muerte?”

 

No quiero agregar mucho más sobre está contundente sentencia contra la idolatría al Estado-nación. Solo decir que es mejor que nos vean como santos y santas anarquistas que cantan a la diversidad y se enriquecen de las diferentes culturas, a maniqueístas idólatras que tienen miedo a los y las migrantes y que buscan en el Estado-nación un Dios castigador.  ¿Podemos dejar de ser una comunidad que crea muros y convertirnos en una que no solo tiene en común el miedo a la muerte?

¿Se puede tener miedo a algo y al mismo tiempo adorarlo? Sí, y parece que ahora los peores dioses, los que exigen adoración y nuestros diezmos hasta de lo que hacemos en nuestro tiempo de ocio y en la intimidad, no solo se encuentran en las Iglesias.

 


Bibliografía:

Butler, J., & Spivak, G. (2009). ¿Quién le canta al estado-nación?. Buenos Aires: Paidós.

Huebner, K. C., and York, T., eds. (2010). The Gift of Difference: Radical Orthodoxy, Radical Reformation. Winnipeg, Man.: CMU Press.

Preciado, P. B. (2019). Un apartamento en Urano: crónicas del cruce. Barcelona: Anagrama.

Propagandhi. (2009). Dear Coach’s Corner. En Supporting Caste.

 

 

Jonathan Minchala Flores

Jonathan Minchala Flores estudió grado y posgrado en comunicación, literatura y estudios de la cultura. Actualmente está haciendo un Doctorado Read More

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