¡No temas y respira!

Foto tomada por Guisela Bravo.

Mi ritmo cardiaco empieza a acelerarse de la nada, siento que me cuesta respirar, trato de pensar en otra cosa, pero no puedo, creo que me va a dar un paro cardiaco. Me pongo a respirar profundo una y otra vez, quiero sentir que mis pulmones se llenan de aire, esa sensación me alivia un poco, pero me duele el pecho y la espalda. Me siento cansada, voy a tratar de dormir, pero entre sueños me despierto con taquicardia y necesito salir de la habitación, siento que me ahogo, mis manos no las puedo mover, están adormecidas, tengo esa sensación de angustia, miedo, pánico. No sé qué me está pasando.

Recuerdo la primera vez que tuve este episodio, creí que tenía algún problema cardiaco. Fui al médico y luego de algunos estudios el doctor me dijo que todo estaba bien. Que solo eran nervios, ansiedad y que tenía que relajarme y sacar todo lo que tenía adentro, que a veces guardamos nuestros sentimientos, problemas y eso se refleja con la ansiedad, cada palabra que decía me daba ganas de llorar. Recuerdo que luego de salir de ahí lloré y no sabía por qué o bueno, tal vez lo sabía, y no lo quería aceptar. Tomé algunos medicamentos, pero era una adolescente y no quería vivir mi vida tomando medicamentos para calmarme. Dije esto va a pasar y así fue, pero en el rato menos pensado volvían y ya lo veía como algo normal, algo que me pasaba y que yo lo podía manejar, estaba solo en mi mente. A veces duraban minutos, pero otras muchas veces durante días.

Durante años creí que tenía algún problema de salud y que no descubrían que era. A veces no quieres reconocer que la ansiedad es un problema de salud. Que sólo son tus exageraciones o que no sabes manejar la situación y mejor ni decir nada porque ya todos te van a tachar de ser una persona débil o exagerada. Pero sólo la persona que pasa por estos episodios, tal vez unos muy diferentes a otros, saben cómo se siente. Me animé a escribir este tema porque creo que estamos en una época donde vivimos en un mundo de que vale más “quién corre más rápido para llegar a la meta”, somos empujados a no parar aún estemos mal, olvidándonos de nuestra salud y todo lo que puede abordar esto, que puede afectar no solo en tu salud física sino tu salud mental.

Pero, ¿qué es la ansiedad? “El término ansiedad proviene del latín anxietas, congoja o aflicción. Consiste en un estado de malestar psicofísico caracterizado por una sensación de inquietud, intranquilidad, inseguridad o desasosiego ante lo que se vivencia como una amenaza inminente y de causa indefinida”. Según estudios y encuestas, “durante la pandemia, alrededor de 4 de cada 10 adultos en los Estados Unidos han reportado síntomas de ansiedad o trastorno depresivo, lo cual son cifras alarmantes pues el índice era mucho más bajo solamente dos años atrás cuando uno de cada diez adultos reportaron estos síntomas de enero a junio de 2019. Este fenómeno y las cifras son iguales en muchas otras partes del mundo.

La ansiedad o un sentimiento conectado a ella, como lo es el miedo, se menciona varias veces en la biblia, por lo cual sabemos que es una condición humana que nos ha afectado desde el principio, pero de la cual también sabemos que Dios nos quiere cuidar. La frase “no temas” o variantes de esa frase, aparecen alrededor de 365 veces en las Escrituras. La biblia también nos habla directamente del afán y la ansiedad. En Filipenses 4:6-7 nos dice, “Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús.” El consejo bíblico nos recuerda guardar nuestra mente, lo cual nos deja saber que Dios se preocupa de nuestra salud mental y que nosotros debemos hacer lo mismo.

Cuando tienes episodios de ansiedad, tu mente se bloquea, sientes que no puedes manejar ni tu propio cuerpo, te llenas de temor, miedos. Uno de los motivos que puede darte ansiedad, es cuando te encuentras en una situación o lugar que te estresa o situaciones que dejas pasar y no te dejan tranquila o tranquilo.  Es como cuando tienes una maleta y la empiezas a llenar de ropa, pero llega un momento en que ya no entra más ropa, pero tu sigues llenándola. La maleta está tan llena y pesada que ni tú puedes cerrarla ni sostenerla. Solo te afanas en cerrar la maleta así sea que tengas que llevar una carga muy pesada, pero también puede llegar el momento en el cual la maleta se rompa y te cause problemas, los cuales podrías haber evitado de otras formas.

La ansiedad nos puede causar problemas de salud graves, hasta puede hacer que sintamos que nos rompemos o quebramos si dejamos que se acumule en nuestras vidas. Proverbios 12:25 nos dice que “la ansiedad en el corazón del hombre lo deprime, más la buena palabra lo alegra”. Una de las prácticas que a mí en lo personal me ha ayudado es pensar en el agradecimiento, lo cual es el consejo de las escrituras en ambos versículos; tener constante acción de gracias y en mente la buena palabra. Este consejo bíblico de usar el agradecimiento para combatir la ansiedad y estrés también está respaldado por expertos en salud mental. En momentos de ansiedad, intento estar más consciente de lo que me rodea y por todo lo que debería agradecer; por mi salud, por mi familia, porque tengo un plato de comida en la mesa, porque tengo motivos para sonreír y porque cada amanecer es una nueva oportunidad. De igual manera uso prácticas de respiración y con cada respiro voy pensando en un agradecimiento, eso me produce calma y me lleva a no bloquearme. Si eres como yo, que sufres de ansiedad y de repente te llegan estos ataques, especialmente durante estos tiempos de pandemia, recuerda el consejo de las escrituras, ¡no temas!, y no olvides de dar gracias y poner toda tu ansiedad en manos de Dios, pues Dios tiene cuidado de nosotros. (1 Pedro 5:7).

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