El 30 de enero pasado se llevó a cabo la campaña de llamada “Día mundial de la lucha contra la lepra”.
Tal vez muchos jamás escucharon de este día, o tal vez no le prestaron importancia. Tal vez muchos piensan que la enfermedad de la lepra era del tiempo de la Biblia. Y tal vez si usted piensa esto, posiblemente esté equivocado.
Lo más probable es que la enfermedad a la que la Biblia “traduce” en nuestro idioma como lepra, no es la enfermedad de la lepra que conocemos en la actualidad. También los traductores de la Biblia se equivocaron al llamar “leprosos” a los enfermos con la enfermedad de la piel que estas personas tenían.
Imagínese, que falta de humanidad sería que andemos llamado a la gente por la enfermedad que tienen. No, no. Esa es una falta de sentido común, y también una falta de respeto hacia las personas. A nadie deberíamos poner apodos, generalmente despectivos, por la enfermedad que tenga, no importa cuál enfermedad sea.
Un estigma impresionante
Una de las medidas preventivas adoptadas por el pueblo judío con los enfermos de la piel fue su aislamiento y retiro de la sociedad; y esto también fue hasta el siglo XX de nuestra era.
Era como marcar a un animal, o peor que esto.
Quizá debiéramos hacer una revisión de todas las traducciones de las Escrituras, y dejar de llamarlos “leprosos”, ya que eran personas enfermas de alguna enfermedad de la piel. Creería que como cristianos deberíamos dejar de catalogar a la gente por una enfermedad que tienen.
No solo era un aislamiento social, sino también espiritual, ya que las personas creían que los enfermos sufrían un terrible castigo enviado por Dios. La “lepra” o la enfermedad de la piel que haya sido, fue considerada una enfermedad-pecado donde el culpable quedaba manchado, impuro, contaminado. Todo aquel que presentaba una enfermedad repugnante de la piel era porque había pecado y requería purificación, purga, limpieza, es un concepto arcaico, de los más antiguos en la humanidad.
Las personas afectadas de la enfermedad de lepra o mal de Hansen, siguen siendo estigmatizadas, marcadas, discriminadas, por la mayoría de la gente, produciendo un rechazo social a los que tienen o tuvieron alguna vez la enfermedad. Este rechazo es tan fuerte, que muchos no logran conseguir trabajo, son rechazados aún por miembros de su familia y muchas veces quedan totalmente abandonados.
Lastimosamente aún en el siglo de la información hay mucha desinformación sobre la enfermedad de la lepra. Quizá algo del estigma tiene que ver con la herencia histórica de relacionar a la enfermedad como una maldición o el resultado del pecado. Aún hoy continúa este concepto de enfermedad religiosa en la cosmovisión de la mayoría de las personas.
No tenemos tiempo para hacer un estudio teológico del Antiguo Testamento sobre este tema; pero intentaremos realizar una desmitificación de la lepra:
Estudios de científicos presentan algunas hipótesis que nos ayudan a entender este tema de una manera más certera. En primer lugar, está el factor del idioma. Expertos en hebreo afirman que el termino Tzaráat, que era una afección de la piel, no es la misma enfermedad que la que hoy conocemos como lepra. Al traducirse el Antiguo Testamento al Griego y luego al Latín, se tradujo el término Tzaráat como lepra. O sea, que lo que hoy conocemos como lepra, no representa a un conjunto de variadas enfermedades de la piel, que existían en el Medio Oriente.
También tenemos hoy que lo que se conoce como lepra, tiene el nombre de enfermedad de Hansen, una enfermedad muy temida por siglos. Quienes tenían esta enfermedad eran y son aún hoy discriminados y estigmatizados por la sociedad actual.
Hoy se sabe que la enfermedad de Hansen es muy poco contagiosa. Solo algunas personas que conviven con el bacilo (bacteria) durante un buen tiempo llegan a adquirir la enfermedad. La mayor parte de las personas infectadas viven en climas tropicales, y es posible que el bacilo esté en el ambiente aun no existiendo personas enfermas. Pero puedo señalar que en Paraguay, mi país, las estadísticas indican que surgen cada año unas 350 personas con la enfermedad de Hansen.
La enfermedad de Hansen (lepra) hoy:
Hoy en día el mal de Hansen es totalmente curable. Existen medicamentos que en pocas horas y días destruyen al bacilo. En la mayoría de los países donde existe esta enfermedad, casi cualquier médico está preparado para detectar los síntomas. En Paraguay existe un Programa Nacional del Control de la lepra, que cubre todos los medicamentos y tratamientos que requiera una persona. La atención es ambulatoria, o sea que la persona puede seguir el tratamiento en su propia casa. En caso de tener afectadas partes importantes de la piel se realiza un tratamiento en hospitales especializados.
Jesús y los estigmatizados
Vuelvo a recalcar que sería muy bueno que las Biblias y los predicadores de hoy dejen de llamar “leprosos” a aquellos seres humanos despreciados de la sociedad de la época de Cristo.
En el Evangelio siempre nos sorprende la actitud misericordia de Jesús expresada hacia los humildes, excluidos, estigmatizados.
Los enfermos de (llamémosle lepra o alguna otra enfermedad de la piel), especialmente lo conmovían al punto de encontrarse él en la necesidad de tocarlos, contraviniendo la ley judía (Mateo 8.1-4; Marcos 1.40-45; Lucas 5. 12-16; Lucas 17.11-19).
Podemos ver a Jesús en el inicio de su ministerio rompiendo el estigma: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar Buenas Noticias a los Pobres, Me ha enviado a proclamar Libertad a los Cautivos y Dar Vista a los Ciegos, a poner en Libertad a los Oprimidos, a pregonar El Año Del Favor Del Señor” (Lucas 4. 18-19).
Conclusión
Quizá este estudio sea una introducción al tema, ya que hay mucho por analizar. Quizá muchas veces hemos tenido una interpretación un tanto severa al atribuir a Dios muchas de las enfermedades y males que existen en el mundo. Tal vez no podamos entender plenamente el tema de las enfermedades en el contexto del Pentateuco.
Lo que sí sabemos es que Jesús vino a traer un nuevo paradigma, una nueva cosmovisión al mundo durante su ministerio.
Un incidente de Nuevo Testamento relata: “A su paso, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: ― Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o sus padres?― Ni él pecó, ni sus padres —respondió Jesús—, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida” (Juan 9.1-3).
Aquí Jesús rompe el estigma de este ciego de nacimiento y usa la misma pregunta que hicieron sus propios discípulos para traer nueva luz al tema. No hay pecado, ni él, ni sus padres, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida.
Podemos deducir por la actuación de Jesús que su acción en el mundo no era para detectar quienes eran pecadores y quiénes no. Nuestra intolerancia hace que a veces queramos “hacer caer fuego del cielo” (Lucas 9.54) al igual que Santiago y Juan.
Sin embargo, Jesús con sus acciones a las personas enfermas mostró misericordia clemencia, compasión, misericordia, caridad, ayuda, piedad (ελεησον) y además de intervenir en su físico, sanando, la acción de Jesús fue de gracia salvadora, perdonando y restaurando a los enfermos de manera integral.
Quizá como un indicio que nos dé mayor luz al tema, deberíamos dejar de concentrarnos en la ley de Moisés para dar una respuesta a este tema. Quizá alguno insista en volver a la ley, pero antes de llegar a ella encontramos que Cristo, la Gracia, el Nuevo Pacto, es quien nos limpia de todo pecado.
Hace unos años (2007), me tocó la oportunidad de conocer a un matrimonio que ambos fueron estigmatizados. Nicolas, con solo 8 años fue diagnosticado con el mal de Hansen, y recluido en lo que en aquel entonces se llamaba “leprocomio”.
Fueron momentos para mi inolvidables de conocer a personas maravillosas. Yo los visitaba casi cada sábado de tarde, en su pequeña casita en el Fernando de la Mora, Paraguay.
Realmente, debo reconocer que la primera vez en que iba a ir a conocerlos tenía “cierto temor” ya que no estaba bien informado sobre la enfermedad. Luego descubrí a esas personas maravillosas, y no tuve miedo de compartir mi tiempo, mi alegría y mi tristeza con ellos. Ellos no solo que se convirtieron en mis mejores amigos, sino que aprendí grandes lecciones espirituales sobre las personas que fueron o son marginadas por alguna enfermedad.
Compartí con ellos hasta 2009 cuando Nicanora falleció, durmiendo la siesta de un ataque al corazón, ya con casi 90 años. Nicolás fue a vivir a otra ciudad, con unos familiares, y fue perdiendo más y más la audición. Nos vimos algunas veces. Falleció a los 95 años de edad en 2015.
Siempre los recuerdo, y estoy seguro que en la eternidad seguiremos charlando los sábados de tarde en la mansión que el Señor les preparó.
Gracias a esta amistad también recorrí y conocí a otras personas también maravillosas, que enfermaron, pero hoy están predicando de la gracia y misericordia de Jesús hacia los estigmatizados. Yo mismo he entendido mejor mi propia enfermedad (con 24 años de edad fui diagnosticado con Trastorno Afectivo Bipolar). Siempre agradezco que no me llamen “Streich el bipolar”, aunque algunos sin conocer del tema lo siguen haciendo.
Solo termino con un pensamiento. Si puede, busque su Biblia, y tache, donde los traductores estigmatizaron a los enfermos de la piel, y ponga tal vez al costado (enfermos de lepra, o de alguna otra enfermedad de la piel, de la cual no estamos muy seguros cuál sea).
¡Muchas bendiciones!
Fuentes:
OPS: Día mundial contra la lepra.
Missena, N. “De Asunción a Sapucai”.
Streich, W. y Missena, N. “Ensayos por el camino. Un enfoque teológico desinhibido”. Ediciones Credo.
Thomas, L. “Estigma de la lepra”.
Ratzlaff, G. “Hospital Mennonita Km 81 – Amor en Acción” Gemeindekomitee (Asociación Evangélica Mennonita del Paraguay).
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