Volver a abrazar

Amanecer. Foto tomada por Guisela Bravo Amanecer. Foto tomada por Guisela Bravo

Hace unos días atrás hablando con mi mamá, estuvimos conversando sobre la importancia del contacto físico como sentir un abrazo, dar un beso, estrecharse las manos, compartir con la familia, amigos, la iglesia y diferentes grupos sociales que vamos recorriendo al pasar de los años. Compartir para celebrar, ya sea el nacimiento de un nuevo sobrino o sobrina, el cumpleaños de alguien o simplemente porque es fin de semana y queremos salir de la rutina y celebrar que estamos vivos y abrazar a nuestros seres queridos.

Pero así como nos reunimos para celebrar también hay momentos que nos reunimos para dar un abrazo de ánimo, apoyo y fortaleza a un amigo o amiga, a un ser querido que está pasando por duelo o nosotros mismos que hemos perdido a alguien, el solo hecho de sentir ese contacto físico, ese abrazo, nos ayuda a fortalecer un poco el alma y sentirnos que no estamos solas, solos.

La situación mundial que estamos viviendo hoy, como es el Covid-19, ha convertido esas maneras de dar o recibir cariño en restricciones por nuestra salud y por la de los demás. Si respetas y amas tu vida y la vida de los demás entonces no abraces, no estreches la mano ni des un beso de despedida.

Cuando nos quitan algo, es cuando realmente apreciamos lo importante que es en nuestras vidas. Nos sentimos tan abatidos cuando sabemos que alguien tan cercano necesita de ese gesto y no podemos acercarnos y acompañar en el dolor.

Vengo de una familia numerosa muy aficionada a los abrazos como a las risas, solíamos reunirnos en cualquier ocasión. Las charlas interminables entre primas y tener esa confidencialidad de hermandad.

En mi experiencia con el Covid-19, jamás pensé que iba a tocar la puerta de mi familia y traer dolor e impotencia. Tal vez nadie piensa que puede pasar. Sabemos que existe, que está ahí, que nos cuidamos y hacemos lo posible para cumplir con todas las medidas de seguridad. Pasan los días y meses y todo va bien, gracias a Dios.

Pero a veces la vida puede cambiar de la noche a la mañana, una prueba positiva puede ser el calvario de una familia. Así pasó una mañana cuando al escuchar mi teléfono mi tía me dijo que ella y toda la familia estaban positivos. Lo primero que piensas, todo estará bien, tienen buena salud, Dios está con nosotros, Dios da esperanza, Dios es nuestro refugio. En muchos países en Latinoamérica las personas prefieren esperar que los doctores vayan a sus casas porque ir al hospital es resignarse a que tal vez no volverán a su hogar.

La familia de mi tía se recuperaba en casa, todos seguían el tratamiento. Sin embargo, los días pasaron y la salud decaía. El estrés invade tus pensamientos, pero sigo confiando sin cesar que Dios es nuestro refugio, nuestra fortaleza en tiempos de angustia. Sólo te queda dar ánimos por llamadas, mensajes y oraciones a tu familia.

La recuperación de mi familia no fue para todos igual, mi tío y tía tuvieron que ser internados, ella en terapia intermedia y él en terapia intensiva.

Tener dominio propio bajo estas circunstancias es casi imposible, te sientes impotente, las emociones y sentimientos tambalean, te sientes angustiada o angustiado, temerosa o temeroso al no saber qué pasará. Las salas de terapia intensiva están llenas, los médicos ocupados no pueden darte la información a cada momento, sólo queda esperar, un mensaje, una llamada.

Es en ese momento donde necesitamos tanto dar un abrazo para apoyar y sentirte cerca de tu familia.

Esta enfermedad es como un sube y baja de emociones, porque puedes estar arriba con buenas noticias, hay buena recuperación, el tratamiento y la intubación ya no va a ser necesaria, ya poco a poco despertará, pero al otro día, estás abajo, con la noticia que la saturación del oxígeno volvió a bajar y no es conveniente despertar, hay que esperar.

Así los días pasan, y a pesar de la distancia, toda mi familia y amistades se unen en oración a través de las redes sociales. Es así que ahora existen muchos grupos de intercesión en las redes sociales o las aplicaciones como Whatsapp, donde muchos mandan sus peticiones, no hay distancia ni diferencia social porque cuando nos ponemos de acuerdo en el nombre del Señor en un mismo sentir, todo es posible.

Hay muchas personas en la misma situación o peor y es ahí donde podemos pedir fortaleza a Dios para que nos de una esperanza aún en medio de tanta angustia y dolor. Elevar nuestro ruego y súplica a Dios que todo lo puede y que es soberano sobre todas las cosas y esperar su voluntad. Sólo la palabra de Dios viene a la mente y aferrarse a sus promesas y creer y tener fe. Dios oye a sus hijos e hijas, como dice en 1ra Tesalonicense 5:17: “Orad sin cesar”.

La vacuna contra el Covid-19 es la esperanza para muchos y controversia para otros, ya en muchos países ha llegado, lástima que no al mismo tiempo y a la misma rapidez. Muchos ya la obtuvimos pero para otros ya fue demasiado tarde. Es triste y duele pensar que hay países que vas a una farmacia y solo pides que te vacunen contra el Covid-19, y en otros países tienes que esperar el turno de tu edad y rogar que llegue la segunda dosis.

Cuando mi tía y tío enfermaron no habían recibido todavía la vacuna, pasaron, uno, dos, tres, y casi un mes en el hospital. Mi tía salió antes, gloria a Dios por su vida, mi tío se fue un 7 de junio de este año, minutos después que su hija, mi prima, que sin importar que ya había salido negativa, entró a la sala de terapia intensiva para orar por su papá y estar con él por última vez.

Algunos hemos vivido ese dolor de lejos, otros de tan cerca y así miles de historias que se podrán contar y otras que jamás se sabrán. El luto es mundial pero el amor y la esperanza también.

Todavía no hemos podido reunirnos toda la familia, espero pronto poder hacerlo y que todas las personas lo puedan hacer; estar con sus seres queridos. Abrazar tantas veces para recuperar el tiempo y valorar cada uno de esos abrazos, sentir como si esos abrazos puedan ayudar a curar poco a poco esas heridas del alma y recordar a los que ya no están para abrazar.

Aún no saliendo en victoria sobre la muerte y haber perdido a un ser querido, queda la tristeza pero la seguridad de que Dios nunca nos abandonará aún en momentos de enojo y confusión por la ausencia de alguien que se fue. Como dice en Salmos 46:1: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.”

La fidelidad de Dios es para siempre y Él nunca nos abandonará.

 

 

Sign up to our newsletter for important updates and news!