¡Ángeles cantando están! La maravilla del Adviento.

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Una vez que estaba leyendo el evangelio, le pregunté a mi papá de dónde había sacado Lucas a Gabriel, el ángel (Lc. 1). Imaginaba que, o era una revelación que dio María, que presenció todo aquello, o Lucas había elegido ese nombre a propósito. Bueno, quizás lo más obvio y correcto es decir que sí, fue una revelación, pero de todos modos, fue una revelación a propósito que conectó una larga historia profética, dándole sentido a la escatología del antiguo testamento, y a la obra de un Dios que actúa en el tiempo, caminando con su pueblo, en medio de sus dolores, pecados y rebeldías.

No es común, ni tampoco tan correcto, hablar de ángeles en un cristianismo cuya teología está fundada, valga la redundancia, en Cristo, o como decimos en México, en el “mero, mero”. No es común, porque nuestra fe es cristocéntrica, precisamente por eso “no perdemos el tiempo” en detalles. No es tan correcto, porque poco se nos dice o explica de los ángeles. Claro, tenemos varios momentos extraordinarios en la Biblia, pero hablar de una “angelología”, más allá de los relatos del texto bíblico, también nos haría “perder el tiempo”. La mayoría de las cosas que creemos saber son de origen persa, o un invento medieval, o influencia griega, como las alas de los ángeles, o sus cabellos dorados, etc. No sabemos cómo son los ángeles, no hay descripciones exactas, sino sólo aproximaciones o interpretaciones humanas de algo tan extraordinario que, su realidad como tal, es incomprensible. Quizás los autores de la biblia se limitaron a decir “un joven”, un “hijo de hombre”, o cosas más extraordinarias como Ezequiel o Juan de Patmos describen, porque presenciaban una realidad más allá de nuestro entendimiento. Tal vez por eso se presentan saludando con un “no tengas miedo”.

 

Y, ¿por qué estoy hablando de esto? Solo les comparto algo que me fascinó cuando me di cuenta. En realidad, en la biblia, cuando ángeles han irrumpido en la realidad natural-humana, es justamente en momentos de profundo cambio histórico, de mucha tensión, cuando lo que va a suceder cambiará el hilo de la Historia (la mayúscula es apropósito). No hay retorno: Jacob viendo la escalera de ángeles después de decidir enfrentar a Esaú, y luego peleando con uno. Josué preguntando de parte de quién estaba el ángel. Abraham y los tres hombres, Ezequiel y sus visiones… En todos esos momentos Dios permite, o ellos no aguantan las ganas -quién sabe-, de mostrarse con un mensaje muy claro: tengan esperanza, Dios los ama y lo cambiará todo[1].

 

Por cierto. Hablar de ángeles en la biblia, no hablar de fantasías, cosas hiper espirituales, libros sin sentido y tontos donde uno “aprender a hablar con su ángel”. Pongamos atención. Recalco: son momentos de terrible tensión histórica, donde fuerzas más allá de lo que vemos, los exousias de los que habla Pablo, están operando para rebelarse contra el Señor, causando opresión, injusticias, violencia y muerte. Y, en particular, existen dos momentos extraordinarios donde dos Bestias, que es el nombre alegórico-espiritual que en la biblia se le da a los imperios (Babilonia, Persia, Media, Grecia, Roma…. Estados Unidos o el Estado sionista de Israel), están a punto de sufrir el juicio divino. Son momentos de terror incluso, donde hay dolor, pérdida, muerte, violencia, desintegración social, duda, incertidumbre; de donde son los desaparecidos, movimientos militares masivos y bloqueos económicos; donde la tecnología militar es el todo, y la economía se basa en el aparato de la guerra… Pero es también donde Dios entra a la historia con su mayor fuerza contra las potestades mundanas. ¿Qué se imagina el lector que es la mayor fuerza de Dios? Así es: su ternura, su amor, y su esperanza.

La teología de la guerra espiritual quisiera ver un Dios que viene como en las películas de cómics: guerrero, con un gran ejército. Pero Él no lo necesita. Sus métodos, aparentemente débiles, tienen el poder de cambiarlo todo. Desde lo más pequeño, hasta lo más complejo.

Por economía no citaremos todos los textos, pero revise el lector esos dos acontecimientos fundamentales en la historia de la salvación, y note el lenguaje, las reacciones, los tiempos. Se trata de Daniel 8:21, 9:21-22, 10 y Lucas 2:26-38. Al terminar, reflexione conmigo. Notemos juntos estas similitudes:

  • A Daniel se le llama “varón muy amado”, elegido para entender los tiempos de Dios.
  • A María, se le llama “llena de gracia”, esto es, ¡mujer muy amada!, elegida, para escuchar los tiempos de Dios. Y sí, entenderlos.
  • Daniel, que profetiza.
  • María, también, al más puro estilo de la escuela profética.
  • Daniel es obediente, jamás flaquea.
  • María, es obediente, decide no flaquear. Y se proclama “esclava del Señor”.
  • Daniel entiende el sentido de la historia, y porqué Dios ha decidido actuar así en la historia.
  • María, una muchachita que esperaba en el Señor, también entiende, en ese momento, el sentido de la Historia. Me maravilla profundamente.
  • La situación en el tiempo de Daniel era de una terrible tensión, donde un imperio había oprimido todo lo conocido con sus idolatrías, su ejército, sus leyes… El pueblo estaba derrotado, a merced de la Gracia de Dios como última esperanza.
  • En tiempos de María, Roma había ya superado a los Medos y los Persas y a los Griegos, e iba lentamente convirtiéndose en una terrible Bestia. El pueblo de Israel era casi inexistente, pero el remanente esperaba que Dios irrumpiera como su última esperanza…

 

Y he aquí la única diferencia entre ambos: mientras que a Daniel se le revela que deben resistir mientras Dios interviene, a María se le revela que el tiempo ha llegado. Dios ha cumplido su plan. El Hijo del Hombre se hará carne y lo compondrá todo… ¡las semanas de Daniel se han cumplido! ¿Se imaginan el tremendo gozo? ¿Podemos entendernos, nosotros los cristianos, viviendo parte de los tiempos de Dios cumplidos? Claro, que el Señor nos haga sus esclavos, y que cumpla en nosotros su obra. Si habremos de ser profetas, que lo seamos, si habremos de resistir, que resistamos, si habremos de morir, durmamos esperando el Shalom. Si habremos de combatir a la Bestia y defender lo indefendible, hagámoslo. El Shalom de Dios sea para los que sufren la devastadora guerra.

En resumen, Gabriel y Miguel son dos, ¿arcángeles? ¿Arcontes? No lo sé. Príncipes, dice ahí. Pero sí que son dos siervos de Dios. En el relato de Daniel se deja claro que Gabriel y Miguel han hecho cosas importantes en la historia, pero su misión más importante no fue pelear contra los Medos y los Persas, en el caso de Miguel, ni de revelar visiones extraordinarias, en el caso de Gabriel, sino ir y anunciar a José y María que el Rey venía a los hombres, porque los ama mucho… El poderosísimo Gabriel cumple una misión aparentemente tan simple, pero que es la más importante de todas, la que ha cambiado todo para siempre: anunciar a María que Dios se hará carne, porque ha escuchado el clamor de su pueblo. Por eso es que, o Dios lo permite, o los ángeles no se aguantan las ganas de gritar a los pobres de la tierra: ¡Gloria a Dios en las alturas, y paz a los hombres que lo buscan! El Salvador ha venido. ¡Tengan esperanza, que el Mesías de Dios ha venido a ustedes! A Él obedezcan, ante él inclínense. Den Gloria a Él. A Él sigan, y ámenlo con todo su corazón y todas sus fuerzas…

¡Tengan esperanza!

Rodrigo Pedroza.

P.d. Me gustaría compartirles un video, sobre todo si los más importantes del Reino, esto es, los pequeños, andan por ahí:

https://www.youtube.com/watch?v=4gnmOFSnNsA

 


[1] No hay otro mensaje. No enseñan a orarles, pedirles cosas, o incluso rogar protección. Esas son creencias populares, quizás venidas del hermetismo medieval… Pero en la biblia encontramos una enseñanza clara de estos siervos que miran el rostro de su Señor, con Juan de Patmos, cuando él se inclina como adorando al ángel. Este lo levanta y le dice “no, yo soy consiervo tuyo (…) adora a Dios”. AP. 22:9.

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