This article was originally published by The Mennonite

¡Bienvenidos al Meno Acontecer de noviembre, 2014! 

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Además de las guerras la violencia y el terrorismo, una de las preocupaciones mundiales de estos días es el ébola, que sigue causando estragos en las naciones más pobres del oeste de África. Alrededor de 5000 personas han muerto y decenas de miles han sido infectadas, víctimas de esta temida epidemia mayormente en esa área del mundo.

Indudablemente hay razones como para preocuparse, sin embargo la comunidad médica mundial ha estado informando acerca de las características de este virus maligno; pues no hay peor cosa que la ignorancia, porque esta da lugar a temores infundados. ¿Cómo se propaga o como se contrae el ébola? Los médicos dicen que solo se contrae a través del contacto directo, es decir, tocar los fluidos del cuerpo del enfermo, tales como vómitos, diarrea, sangre, sudor o mediante un corte en la piel, y que tiene un período de incubación de 21 días. El ébola no flota en el aire ni se pega en las superficies como muchos otros gérmenes conocidos. Además explican los médicos, que los pacientes contagiados no pueden infectar a otras personas hasta que ellos mismos comienzan a manifestar los síntomas de fiebre, vómitos y diarrea.

En los 40 años desde que se conoce la enfermedad, expresan los médicos, el ébola no se ha transmitido por un contacto casual. En otras palabras, si la persona no está clínicamente enferma, no transmite el ébola aunque tenga el virus en sí misma. ¡Fiiiuuuuu! ¡Qué bueno saberlo, y que bueno que el ébola no ha llegado por aquí! dirá usted.

¡Qué bueno!, pero ¿sabe qué? encuentro unos tres paralelos interesantísimos entre el ébola y nuestra condición delante de Dios. Primero, el ser humano fue contaminado por el ébola del pecado al desobedecer a Dios. Como seres humanos hemos elegido nuestros propios caminos, es decir, hacemos lo que se nos antoja con nuestras vidas pensando que somos dueños de ellas. Por lo mismo, vivimos ignorando voluntariamente que la raza humana, ha sido contaminada con el ébola del pecado. El pecado hace estragos cada día en medio de aquellos que viven alejados y ajenos a la Vida de Dios. Desde el principio, allá en el jardín del Edén fuimos contagiados con el virus mortal del pecado por la desobediencia a la palabra de Dios.

Nadie está exento, la Biblia lo declara en el Salmo 14:3 “No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Lo cierto es que vivimos en un mundo lleno de maldad y engaño, y lo triste es que lo vemos como algo normal. Es más, muchos detractores se burlan cuando hablamos del pecado y de la esclavitud al mismo, no obstante el virus y la enfermedad existen.
Segundo, el contagio adquirido se manifiesta más temprano que tarde. Y cuando se manifiesta, la infección toma control de la vida del desdichado pecador. Este se envanece en sus propios razonamientos y su corazón es entenebrecido; profesa ser sabio, pero se hunde más y más en su necedad entregándose a la inmundicia y la concupiscencia de su corazón. El pecador en esa condición cambia la verdad de Dios por la mentira y puede caer en abominables prácticas según continúa revelándolo Romanos 1: 18-32.

Es decir, hace una desgracia de su vida y puede arrastrar a quienes no conocen de la fe, y peor aún a quienes no están firmes y claros en su caminar con Cristo. El ébola no respeta a los doctores… tal vez muchos otros dirán, yo ya he superado ese estado pecaminoso y estoy santificado(a), sin embargo sus actitudes personales hacia otros dicen lo contrario. Los sentimientos de superioridad espiritual y supuesta erudición bíblica pueden hacernos caer.

No en vano dice la Escritura, “No seáis sabios en vuestra propia opinión” (Rom. 12:16) y, “…el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1ª Cor. 10:12). Hoy alegamos y argumentamos con la filosofía, los descubrimientos científicos y nuestra propia interpretación antojadiza de la Palabra. Y terminamos culpando a otros por nuestras propias faltas. ¡Cuidado! porque todas nuestras justificaciones son como trapos de inmundicia delante de Dios, nos revela la oración de Isaías (64:5-7).

Tercero, cuando la persona descubre que le viene la fiebre y los otros síntomas de la manifestación del virus y busca la ayuda médica, tiene muchas posibilidades de vencer su enfermedad.

De la misma manera, cuando reconocemos nuestra vulnerabilidad y nuestra dependencia no de nosotros, sino de Dios, hemos encontrado el camino de la restauración. Jesús está llamándonos a dejar nuestra ignorancia voluntaria, nos llama a buscar su perdón e incorporarnos a la comunidad de fe, a formar parte de su reino aquí y ahora. ¡Sí!, a todo aquel que desee obedecer el mandato de Jesús, nos invita a formar parte de ese reino siguiendo los pasos del maestro, compartiendo el evangelio con nuestros hechos y palabras, para que otros alcancen la salvación y se incorporen al trabajo que Jesús nos dejó hasta su venida.

¿Puso ya su ébola bajo el control de Jesús? ¿Cómo está compartiendo usted la sanidad que Cristo nos proveyó?

¡Dios le bendiga!!
Hasta la próxima edición … RB por el equipo de HPLE

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