Mi cumpleaños es el 8 de diciembre. Esta fecha en mi país, y en otros países de América latina, es muy especial: es el día de la inmaculada concepción de María, la madre de Dios. Como evangélica siempre crecí escuchando que nunca debíamos venerar a la Virgen María como lo hacían nuestros hermanos católicos (parafraseando, para no repetir discursos discriminatorios), es por ello que su figura me parecía distante, y nunca reparé en ella, aunque si la compadecí. Cada vez que salía temprano de clases con amigas visitábamos la iglesia católica porque nos encantaba ver las imágenes de los santos y vírgenes, como les vestían y las flores que les adornaban. Una de esas imágenes era un gran cuadro donde aparecía la virgen María, como una mujer con ojos grandes, en plena expresión de dolor, mirando al cielo y, por supuesto, con un corazón ensangrentado. Cuando les preguntaba a mis compañeras sobre el corazón, ellas se encogían los hombros y decían historias sobre eso que le pasó a la Madre de Jesús: “le clavaron un puñal en su corazón”. Cuando crecí me di cuenta de que eso era un sentido figurado, pero que mucha gente siempre lo ha interpretado literalmente y cree que así murió María (hay que recordar que las misas hasta hace poco se celebraban en latín y mucha gente no lo hablaba).
Sin embargo, con el tiempo empecé apreciar un poco más a María. María, la madre de Dios, una niña de 14 años que resulta ser escogida por Dios para traer a su hijo al mundo. No sé hasta qué punto María estaba al tanto de los pensamientos de Dios y cuanto estudio teológico recibía (entiendo que las mujeres en ese tiempo sólo se limitaban a recibir la educación básica y escuchar de sus padres y esposos sobre la Torá) pero su respuesta sería más grande aún que la de una persona versada en las letras.
“Hágase en mi conforme tu voluntad” es una frase que en lo personal me parece muy sumisa, pero también denota una actitud muy activa. Dios, de alguna manera (sería bueno revisar esto en otro escrito teológico) hace participe a María de su plan y con alguna forma de consentimiento se lo comunica. María muestra un espíritu de una mujer resiliente que piensa que los planes de Dios son más grandes que su propio pensamiento, acepta su realidad y empieza a caminar a lo desconocido.
María me parece una mujer valiente. Sin embargo, me ha parecido siempre eurocentrista hacerla ver como una mujer blanca, europea, demasiado delgada, demasiado pálida, demasiado sagrada. Me parece que necesitamos reivindicar la imagen de María desde su aspecto físico (María tenía un color oscuro como las personas de esas latitudes) hasta como se presenta en nuestros imaginarios colectivos.
Cuando pienso en María pienso en las Marías de mi tiempo. Las niñas madres solteras que al igual que María, no tienen donde dar a luz, no tienen acceso a la salud. Son violentadas en todos los aspectos de su vida. A las Marías tez oscura, indígena, que abundan en nuestra américa latina. Igual de hermosas, radiantes que con su sabiduría logran multiplicar el pan en la mesa. A las Marías resilientes.
También pienso en las Marías que sufren y son lastimadas no metafóricamente, sino literalmente. En las iglesias cristianas, en lo público se exalta a la Madre de Jesús y la figura de la Madre en general, y en lo privado muchas mujeres sufren de violencia por parte de esos hombres que están en su entorno. En Nicaragua, según el último informe de católicas por el derecho a decidir, 57 mujeres niñas han sido muertas en todo el año del 2022. Este número sin contar lo que no está registrado y que en otros países es estratosférico. Justamente esto sucede países donde se celebra y adora la imagen de María, una mujer.
¿Qué pasa con ese doble discurso?
María es endiosada, nosotras las terrenales somo crucificadas cada día.
Peri-Rossi, escritora Uruguaya, lo describe perfectamente en su poema “Condición de mujer.”
Condición de mujer
Deshechas, reventadas, violadas
Maltratadas, heridas, reventadas
Crucificadas, reventadas, desangrada
Reventadas, perseguidas, torturadas
SALVAJES
CONSUMIDAS
Ya sin voz
Sin fe
Sin aliento
Sin espera
Hablemos por sus voces
Pronunciando lentamente cada letra;
M-U-J-E-R-E-S-D-E-J-U-A-R-E-Z
Oremos por todas las mujeres, por nosotras que hemos sufrido violencia en algún momento de nuestra vida. Que Dios traiga personas, espacios, comunidades de sanidad para nuestros sagrados, también, corazones y bendito también nuestro vientre.
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