Únicamente, cuando el Señor ve que no usaremos los ríos de agua viva para nuestra gloria, estaremos en condiciones de inundar la tierra con el amor de Jesús. Tal vez pronto llegue el día cuando dejemos de pensar en el éxito, en la fama, en la popularidad, y allí el Señor nos desbordará y de nuestra boca fluirán ríos de agua viva, para llevar el mensaje de Jesucristo a cada criatura del mundo.
Aquí abriré mi corazón para contarles algunas cosas que han pasado en mi vida.
Hace 44 años que me bautizaron los adventistas, cuando tenía solo 9 años de edad. Era solo un niño, que no entendía muchas cosas, y prometí cumplir una lista de 13 votos, con los cuales hoy estoy completamente en desacuerdo en algunos de ellos:
*. ¿Acepta que los Diez Mandamientos son una expresión del carácter de Dios? ¿se propone usted…, guardar esta ley, incluyendo el cuarto mandamiento, el cual requiere que observemos el séptimo día de la semana como el sábado del Señor?…
*. ¿Cree que el don de profecía (entiéndase Elena de White) es una de las señales que identifican a la iglesia remanente?
*. ¿Cree que el cuerpo es templo del Espíritu Santo, y que es su deber honrar a Dios cuidando del mismo, evitando el uso de todo lo que es perjudicial; absteniéndose de comer alimentos inmundos…?
*. Conociendo y comprendiendo los principios bíblicos fundamentales, tal como los enseña la Iglesia Adventista del Séptimo Día, ¿es su propósito, por la gracia de Dios, cumplir su voluntad ordenando su vida de acuerdo con estos principios?
*. ¿Cree que la Iglesia Adventista del Séptimo Día es la iglesia remanente mencionada en la profecía bíblica…?
Este año también se cumplen 30 años de cuando me gradué en el seminario teológico adventista (1993), donde nuevamente tuve que prometer, ya de adulto, seguir, en esta ocasión las 27 doctrinas fundamentales del adventismo.
Allí ya se me complicó aún más, ya que tuve que prometer lealtad a la “doctrina del santuario” donde se asegura que desde el 22 de octubre de 1844 Cristo es nuestro juez en el lugar santísimo, donde el lugar central del juicio, ocupan las tablas de la ley, con una luz especial, según Elena de White, iluminando el cuarto mandamiento (el del sábado).
El año 2000 (junio) renuncié a toda mi lealtad y mis juramentos a la iglesia adventista, y en 2001 me uní como miembro de una comunidad de los Hermanos Menonitas. Hace 22 años que estoy en iglesias menonitas (desde 2018 en la Iglesia Menonita Concordia); donde comparto los grandes principios de la fe anabautista de casi 500 años.
Más o menos hace 1 año, guiado por el Espíritu Santo y su palabra, llegué a la convicción de que el bautismo que recibí a los 9 años, no me es válido, porque como mencioné con 5 de los 13 votos, no estoy de acuerdo, y no tienen base bíblica. Si tomara un marco más amplio, las hoy llamadas “28 doctrinas fundamentales”, tampoco estoy de acuerdo con varias de ellas, especialmente en la que se refiere a “El Ministerio de Cristo en el Santuario Celestial”
Todas las doctrinas adventistas están imbuidas, las 28, en el legalismo de las tablas de piedras del antiguo pacto, el pacto de Moisés.
En este contexto, pedí a mi iglesia el ser bautizado, con el bautismo del Nuevo Pacto, el bautismo en la gracia, el bautismo del agua y del Espíritu, y fui bautizado el domingo 5 de noviembre, en mi iglesia local, la iglesia Menonita Concordia.
Coloco aquí mi texto base de profesión de fe:
2° Corintios 3. 4-18
Esta es la confianza que delante de Dios tenemos por medio de Cristo. No es que nos consideremos competentes en nosotros mismos. Nuestra capacidad viene de Dios. Él nos ha capacitado para ser servidores de un nuevo pacto, no el de la letra, sino el del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.
El ministerio que causaba muerte, el que estaba grabado con letras en piedra, fue tan glorioso que los israelitas no podían mirar la cara de Moisés debido a la gloria que se reflejaba en su rostro, la cual ya se estaba extinguiendo. Pues bien, si aquel ministerio fue así, ¿no será todavía más glorioso el ministerio del Espíritu? Si es glorioso el ministerio que trae condenación, ¡cuánto más glorioso será el ministerio que trae la justicia! En efecto, lo que fue glorioso ya no lo es, si se compara con esta excelsa gloria. Y, si vino con gloria lo que ya se estaba extinguiendo, ¡cuánto mayor será la gloria de lo que permanece!
Así que, como tenemos tal esperanza, actuamos con plena confianza. No hacemos como Moisés, quien se ponía un velo sobre el rostro para que los israelitas no vieran el fin del resplandor que se iba extinguiendo. Sin embargo, la mente de ellos se embotó, de modo que hasta el día de hoy tienen puesto el mismo velo al leer el antiguo pacto. El velo no les ha sido quitado, porque solo se quita en Cristo. Hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, un velo les cubre el corazón. Pero cada vez que alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado. Ahora bien, el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.
El Señor nos bendiga para seguir siempre caminando en el Nuevo Pacto, el pacto de la gracia.
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