Ser y hacer comunidad

Iglesia de la Merced, Antigua Guatemala. Iglesia de la Merced, Antigua Guatemala.

A lo largo de los años, Dios me ha llevado y enseñado distintas formas de comunidad intencional. Me parece fascinante cómo se organizaron y formaron las primeras comunidades en Hechos de los apóstoles y el constante llamado de Jesús a una vida de comunión vertical y horizontal.

La vida en comunidad es esencial para el ser humano y para su existencia. Nadie puede vivir solo, tenemos la necesidad de vivir en grupos. Nacemos en la vida de una comunidad familiar y gracias a ella desarrollamos nuestras potencialidades de seres humanos; es en la comunidad donde adquirimos nuestra personalidad, tomamos conciencia del mundo y de los que nos rodean. En la vida de comunidad formamos y adquirimos el sentido de la conciencia personal y comunitaria, en ella crecemos en armonía y en los conflictos que la misma experiencia de la vida nos depara.

«El cuerpo humano tiene muchas partes, pero las muchas partes forman un cuerpo entero. Lo mismo sucede con el cuerpo de Cristo. Entre nosotros hay algunos que son judíos y otros que son gentiles; algunos son esclavos, y otros son libres. Pero todos fuimos bautizados en un solo cuerpo por un mismo Espíritu, y todos compartimos el mismo Espíritu.» (1 Cor 12:12-13). Los primeros cristianos entendieron que su nueva vida fue el ser llamados a vivir en comunidad para compartir buenas noticias al mundo. (1 Cor 7: 17-24.)

El Nuevo Testamento nos indica que la fuerza de la vida en comunidad estaba basada en la autoridad doctrinal y organizativa, donde el Espíritu Santo estaba presente encarnándose en sus nuevas formas organizativas de comunidad- (Gal 1: 8-9) ; (Hech 15:23)- y en donde los Apóstoles conservaban la autoridad en la transmisión auténtica del Evangelio. En un acto de amor, Dios crea a la humanidad para que viva en comunidad, desde allí ama y es amado.

La comunidad de los discípulos de la primera iglesia es un  ejemplo vivo de unidad y de amor fraternal entre los hermanos y hermanas de la comunidad. Jesús se hace presente en la comunidad movida por la unidad y la caridad, su presencia es gozo profundo, que se renueva constantemente con la acción del Espíritu Santo en medio de ella. Después de la ascención de Jesús, los discípulos empezaron a reunirse para orar con un mismo espíritu (Hech 1:14), y para perseverar en la comunión fraterna (Hech 2:42) donde la multitud de creyentes tenían un solo corazón y una sola alma (Hech 4: 32 ).

Tal era la importancia de la unidad interior entre los miembros de la comunidad en su apertura al mundo que los gentiles decían: miren cómo se aman. Y fue su unidad interna, su testimonio y la autoridad vivida que hizo que se hiciera posible conquistar el imperio romano, en medio de persecuciones y muertes. De ninguna manera eran comunidades cerradas, o aisladas, o simplemente comunidades propagandistas de una causa.

Hech 2:41-47 también es un llamado a mantenerse firme en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, el partimiento del pan y en la oración. Los y las creyentes de la primera iglesia estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno, no dejaban de reunirse en el templo ni un solo día y de casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad.

Como cristiana anabautista, me identifico mucho con la vida de comunidades pequeñas en la que la comunidad es el centro de nuestra vida, pero reconozco que la verdadera comunión comienza con Dios, quien nos enseña armonía y comunión consigo mismo como Padre-Hijo- Espíritu y que nos invita a experimentar vínculos estrechos de comunidad con otro-as.

“Por las escrituras y por nuestra propia experiencia sabemos que las relaciones son importantes”. Dondequiera que mire, hay tantas relaciones quebrantadas… las relaciones pueden ser un trabajo arduo- Es por ello que la iglesia es tan importante- no porque sea perfecta, porque no lo es; no porque nunca te vayas a lastimar, porque probablemente sí saldrás herida. Las iglesias verdaderas tienen problemas verdaderos y puntos ciegos, y donde quiera que haya personas, también habrá dolor. Pero una iglesia verdadera significa también una relación verdadera, con Dios y con los demás-”.

April Yamasaki (pastora y escritora de crecimiento espiritual- Iglesia Menonita en Abbotsford, Columbia Británica.)

La pandemia es una oportunidad para re-centrar nuestra fe y compromiso a vivir una vida en comunidad. En las comunidades de fe pequeñas hay espacio para comprometerse a la rendición de cuentas. El apoyo mútuo y la transparencia parecen haber sido centrales para el crecimiento de la primera comunidad cristiana.

Hoy las comunidades de las que somos parte en “la nueva realidad” son más pequeñas y reducidas, son una buena oportunidad para seguir a esos primeros discípulo-as en los que en pequeñas sinagogas y casas se reunían para juntos  poder estudiar, orar, dialogar e intercambiar el caminar y sus propias experiencias.

La pandemia ha sido una oportunidad para acercarnos en pequeños clanes. En mi práctica veo más intencional los espacios que tengo con amigas-os, las celebraciones y oración en la comunidad eclesial, y en mi familia. Las distancias se han acercado, no solo físicas, pero también las humanas. Las que nos muestran vulnerables de la incertidumbre de lo que vendrá,  las realidades de otros son más cercanas, y es que los afectados, los enfermos y los muertos son ahora más cercanos. 

Mi ánimo es pensar en una comunidad cercana, intencional y que comparta los principios de la primera iglesia en Hechos de los apóstoles, que quizás viéndose diferente, siga siendo intencional, vulnerable y esté dispuesta a compartir dando y recibiendo.

Que la pandemia nos continúe haciendo replantear el modelo de comunidad de la que queremos hacer parte, pero especialmente de la que queremos ser para otro-as.

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